viernes, 24 de julio de 2009

AQUEL QUE VOLVIO DEL INFIERNO- CHARLY GARCIA


Versiones de temas clásicos del repertorio de Charly García, basados en sus primeros discos solista (Yendo de la cama al living, Clics modernos) y una banda numerosa dirigida al detalle por un Charly atento y concentrado.

Así transcurren, desde hace un par de semanas, los ensayos de García que, en pleno proceso de recuperación de su adicción y tras un largo proceso de internaciones y meses viviendo en la quinta de Palito Ortega en Luján, se encamina hacia su regreso público a los escenarios.

La cantante Hilda Lizarazu (que cantó con Charly durante fines de los 80 y comienzos de los 90), el guitarrista Carlos Alberto "Negro" García López (quien también formó parte de la banda de García durante casi diez años) y el tecladista Fabián "Zorrito" Quintiero se suman al trío de músicos chilenos que venía acompañando a García en sus últimas presentaciones: el guitarrista Kiuge Hayashida, el baterista Toño Silva Peña y el bajista Carlos Ludwig González.

Así, con sesiones diarias y en jornadas programadas de cuatro horas, Charly está al frente de una banda en la que su voz está bien al frente, delante de dos potentes guitarras y de dos teclados, además de una batería y una máquina de ritmos para la reproducción de los temas en sus versiones originales.

Aunque los planes no fueron confirmados, según pudo saber RS, las gestiones avanzan para que el regreso de García a los escenarios podría darse en América Latina (podría ser en Perú) hacia fines de septiembre.

jueves, 16 de julio de 2009

LA ALBICELESTE LOS DIVIDIO


Julio Grondona, el presidente que maneja con delicada mano de hierro la Asociación de Fútbol Argentino desde hace 30 años, lleva en uno de sus anulares un anillo con una leyenda que es la sabiduría misma de la vida: “Todo pasa”. Y en estos días está haciendo lo imposible porque la máxima, una vez más, se cumpla.

Son días tormentosos en la selección argentina. Y Don Julio es víctima y responsable de este momento. Cuando Basile –flamante técnico de Boca— se vio poco menos que obligado a renunciar a la dirección técnica, Grondona se dejó llevar por el orgullo propio y sobre todo el de sus hijos.

Y, se sabe, las decisiones en caliente casi nunca navegan hacia aguas tranquilas. El presidente eligió a Maradona por sobre Carlos Bianchi –con quien varias veces tuvo diferencias--, el nombre a todas luces más apto para la conducción, y ahora paga con la incertidumbre de la clasificación al Mundial 2010.

Quedarse afuera, está claro, sería una verdadera catástrofe. Por eso hoy, con el fútbol de Argentina a la deriva, está abocado a lograr una reconciliación que, aun temporal, le permita enderezar el rumbo hacia Sudáfrica: la de Maradona con Juan Román Riquelme, el conductor de la Selección y jugador fetiche de Basile, que desde el 15 de julio volverá a dirigirlo en Boca.

¿Qué fue lo que realmente pasó? Se sabe, lo sabía el creador del universo, que las estrellas solo conviven en el cielo. Y no siempre. Siempre hay alguna desterrada, estrella fugaz que atraviesa el universo para perderse en la nada misma.

En el cielo del fútbol es mucho más difícil: Cappello-Beckham en el Real Madrid; Rijkaard-Ronaldinho en Barcelona, Mourinho-Adriano en el Inter... Por eso, ¿era tan imprevisible esta pelea entre Maradona y Riquelme? No, claro. Y mucho menos en un lugar como la Argentina, país de antinomias.

Pero es poco creíble que un jugador con el espíritu competitivo de Riquelme, con lo que esperaba su revancha en el Mundial 2010, resignara ese sueño (“Me duele en el alma”, confesó) solo por alguna desa-fortunada declaración pública de Maradona, conociendo la verborragia incontenible del personaje. “Así, Riquelme no me sirve”, dijo una trasnoche Diego, y en los días siguientes el país futbolero se convulsionó con la renuncia de Román.

Sobre todo porque el 10 de Boca dejó abiertos los motivos, no los explicó, los resumió a una “diferencia de códigos con el técnico de la selección”, a quien ni siquiera le dio el beneficio de nombrarlo en una entrevista en horario central, en el corazón del noticiero más visto por los argentinos.

El armador de Boca puede haber entendido que Maradona se salió de la norma cuando criticó por TV su estado sin haberlo hablado previamente con él y aun cuando tuviera razón. Pero esa es la punta del iceberg: el bloque de hielo que cubre la relación empezó a gestarse mucho antes, en la China, cuando el oro de las medallas ganadas en Beijing era lo suficientemente brillante como para encandilar y tapar las miserias que suelen tejerse en todo grupo humano.

“Hubo motivos muy fuertes para que Román renunciara”, dijo Jorge Ribolzi, uno de los ayudantes de campo de Basile. Y aseguró que “esto se veía venir”. O al menos lo veía venir él, que fue el enviado del DT a los Juegos, para supervisar a una selección que tenía muchos puntos de contacto con la mayor. Hay que volver a aquellos días de 2008, entonces, cuando Maradona se había transformado en el hincha número uno de aquel equipo y tenía pase libre a los entrenamientos y otros momentos de la convivencia que dirigía Sergio Batista, otro campeón mundial de 1986.

Luego de varios años de diferencias, Diego había recompuesto la relación con Grondona gracias a la mediación de Humberto, uno de los hijos del presidente de la AFA. Por eso no era raro verlos juntos en los palcos oficiales durante los partidos del equipo. Y Diego aprovechó para trabar una relación fuerte con varios jóvenes, entre ellos su actual yerno, Sergio Agüero (Atlético de Madrid) , Fernando Gago (Real Madrid) y Lionel Messi, estrella del Barcelona. No tanto con Riquelme, de personalidad bastante más retraída y a quien se le adjudicaban incluso diferencias con Messi por el liderazgo de la selección. Los que estuvieron cerca de aquel grupo cuentan que ese fue el principio del fin de la era Basile.

--¿A ustedes les resultó raro que Diego tomara la dirección técnica justo después de que ustedes se fueron? Había generado buen clima con varios muchachos de aquel plantel.

--Cada uno sabe qué pasó en ese viaje y cómo llega a un determinado lugar. Algunos llegan por sus méritos, por haber trabajado bien, por una trayectoria. Y están los que llegan de otra manera.

Ahí terminan las explicaciones de Ribolzi, un tiro por elevación a los pobres antecedentes del actual entrenador. Otros, en cambio, van un paso más allá a cambio de la reserva de identidad. “En ese viaje, Maradona les dijo que en cuanto se cayera Basile, asumía él”, aseguró alguien que vivió de cerca aquel proceso en China. Las recientes palabras de Basile, en su asunción como técnico de Boca, no disipan las dudas y, por el contrario, refuerzan las hipótesis de complot: “Yo no me fui por los resultados de la selección, que en ese momento estaba clasificada. Pero los motivos me los guardo y no se van a saber nunca, a lo sumo los sabrá mi almohada”, dijo el entrenador.

“Basile ya venía mal porque a Grondona no le gustó que no hubiera ido a dirigir ese equipo por considerarlo Sub 23”, reflexionó un hombre de peso de la AFA, sin que sus razones alcancen para ser consideradas convincentes. Lo que sigue es conocido: un equipo que empieza a caer en las eliminatorias, que parece no entender el mensaje de un técnico al que consideraban “demasiado lejano”, una formación que se arrastra en Chile, la renuncia de Basile, la asunción de Maradona y… ¿todos felices? No, claro que no.

Román sufrió el alejamiento del técnico que hasta llegó a convocarlo cuando no jugaba en el Villarreal por un conflicto con el entrenador y con los directivos del club. Masticó bronca en silencio y vio cómo el nuevo entrenador viajaba por Europa para juntarse con jugadores mientras a él no le daba señales viviendo en la misma ciudad. Y observó con fastidio cómo su cinta de capitán olímpico viajaba al brazo de Javier Mascherano (Liverpool). Las palabras por TV fueron las últimas hebras de una mecha que ya estaba encendida y conducía irremediablemente a la bomba.

Al domingo siguiente, la Bombonera se embanderó a favor de Riquelme (salvo los mercenarios de la barra brava, que guardaron político silencio) y en algunos trapos llegó a leerse “Maradona traidor”. Ese domingo, Diego no fue a la cancha. Y no volvió desde entonces a su palco. “Algún día lo haré, sigue siendo mi palco y el de mis hijas”, dijo hace unos días.

Y tiene razón: el palco es suyo. Pero la Bombonera es el templo de Román. Y Grondona sueña con ser el profeta que guíe a una selección que perdió dos partidos de cuatro y sufrió la humillación más grande de su historia (1-6 vs. Bolivia).

El operativo reconciliación está en marcha, para que el jugador se sume cuanto antes, en lo posible para el choque contra Brasil (septiembre), aunque Diego lo bombardee: “Riquelme es convocable pero antes deberá explicarle al grupo por qué no estuvo en estos partidos y pedir perdón”, dijo el otro día, buscando herir para siempre el orgullo del 10 de Boca. “Todo pasa”, sigue leyéndose la frase, tallada sobre el oro más poderoso del fútbol argentino. ¿Será verdad esta vez?