martes, 17 de marzo de 2009

MARADONA EMPIEZA A SENTIR EL COSTO DE UN CARGO ANTIPATICO

Así como en el seleccionado no hay espacio para que Riquelme y Maradona estén juntos, el corazón y el sentimiento del hincha de Boca tampoco son lugares que ambos puedan compartir. El distanciamiento entre uno y otro se agranda en la medida en que se transforma en un plebiscito público, del que todos toman parte. El veredicto de anteayer en la Bombonera fue contundente: los simpatizantes salieron decididamente en respaldo del N° 10 y trataron al ex N° 10 con la dureza y el desafecto que jamás habían mostrado. Es indudable que el idilio entre el hincha de Boca y Maradona se rompió, y cuesta vaticinar si es algo pasajero o de largo alcance.

Algunos pensarán que Maradona podría haberse ahorrado este desplante de Riquelme, pero la situación que vivió y la reacción que causó están en la naturaleza de la profesión de director técnico. Una función mucho más antipática y menos romántica que la de jugador. Cuando asumió la conducción del seleccionado, se sabía que Maradona ponía en riesgo su condición de mito como futbolista. El desafío no lo asustó. "No tengo miedo de que se me caiga la corona", respondió el día que lo presentaron, a principios de noviembre.

En la cancha, Maradona convencía a todos. No había disidentes. Todos creían y se rendían a su magia. Fuera de ella, a cargo de un grupo humano con el que debe ser justo y equilibrado, la posibilidad de encontrarse con detractores es constante.

Si el entusiasmo y el optimismo habían marcado sus primeros pasos en el seleccionado, lo ocurrido en la Bombonera debe de haber sido un fuerte golpe anímico para Maradona. Justo cuando falta poco para su debut en la Argentina como responsable del seleccionado, el público que más lo adoraba se le puso en contra. Le fue hostil el escenario en el que fue campeón argentino por primera vez, en el que debutó como jugador del seleccionado, al que le declaró su amor y eligió para retirarse en medio de una de las ceremonias más emotivas que se recuerden.

Más allá de si la razón le asiste más a uno o a otro en el problema que los enfrentó, Maradona corría con cierta desventaja en el debate público. El hincha vive pendiente de la última alegría. Y el de Boca sabe que ese estado, actualmente, se lo puede regalar Riquelme, como ya lo hizo infinidad de veces, y no Maradona.

Al costo de renunciar al seleccionado, Riquelme salió reforzado en su vínculo con el simpatizante. Recuperó una idolatría manifiesta, algo que seguramente extrañaba porque en las últimas semanas se la había llevado la reaparición de Palermo.

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