sábado, 26 de enero de 2008

LA MARCHA

Tuvo tal carácter multitudinario la marcha convocada por el alcalde guayaquileño, que cualquier intento de minimizarla, subestimarla, reducirla o sugerir que se trataba de una manifestación obligada, pagada o manipulada, entra más bien al campo de la necedad antes que a cualquier otra lógica. Se trató efectivamente de una imponente demostración del poder de convocatoria de Nebot, poder que, paradójicamente, solo es compartido en el país por el presidente Rafael Correa; en otras palabras, son los dos únicos políticos que pueden sumar tan masivo respaldo popular.

Pero es mi interés referirme a la utilidad propia de las movilizaciones en todo proceso democrático; efectivamente, se trata de la prueba más clara de ejercicio ciudadano que un pueblo puede tener en este tipo de democracias representativas. Las marchas, movilizaciones y en general todo tipo de demostración callejera, sean o no multitudinarias, terminan siendo fundamentales en la consolidación de ese proceso democrático, especialmente cuando son encauzadas sin caos ni anarquía. Por supuesto, debe aceptarse que las movilizaciones pueden responder a distintos fines, tener diferentes motivaciones y en ciertos casos, prestarse a manipulaciones y equívocos, pero aun tales posibilidades no deslegitiman ni enrarecen el sentido de poder ciudadano que se ejerce en ellas.

Un ejemplo interesante de la aplicación e importancia de las concentraciones y movilizaciones lo podemos encontrar en Venezuela, en estos últimos años. Las convocatorias en contra del gobierno de Chávez permitieron sumar decenas de miles de manifestantes y las realizadas a favor de ese gobierno contaron también con número igual de partidarios; pero fueron precisamente tales manifestaciones ciudadanas las que han permitido dentro del proyecto concentrador y totalitario de Chávez, un ejercicio de singular tolerancia y paciencia que finalmente cumplió con sus propósitos al derrotar en las urnas, luego de varios años de intento, la propuesta de reformas del gobernante venezolano. Y digo tolerancia y paciencia, porque en Venezuela mucha gente se empezó a impacientar con la clásica pregunta luego de cada marcha: ¿y ahora qué?

Es la misma pregunta que mucha gente se hace luego de la marcha del día jueves pasado, ¿qué va a ocurrir luego?, ¿cuál es el siguiente paso? Resulta entonces importante aclarar que ese siguiente paso debe ser persuadir, sugerir al gobernante que su relación con el gobierno municipal guayaquileño y en general su trato con esta ciudad debe ser sometido a una profunda revisión, a un claro cuestionamiento que permita la rectificación y el cambio de rumbo. La enorme mayoría de personas que estuvo presente en esa marcha, quiere precisamente eso, un gobierno central que tenga éxito en su gestión y una gestión municipal que continúe plasmando el gran cambio de Guayaquil. Ese es el verdadero desafío.

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