Es verdad que Carlos Ischia padeció, personalmente, las desprolijidades dirigenciales de un mundillo boquense cada vez más exigente y desconcertado. Varios hombres que en diciembre pasado confirmaron su continuidad con un apretón de manos, pocos meses más tarde le quitaron abruptamente el crédito. Es cierto que Ischia fue maltratado , que las autoridades xeneizes intentaron maquillar su despido enviando públicamente otro discurso, poco creíble, que hablaba de "común acuerdo". Es innegable que no fue protegido, como sí lo fueron otros entrenadores al despedirse de la Ribera, como Miguel Angel Russo, por ejemplo. Sin embargo, los caminos elegidos para marcharse del ex colaborador de Carlos Bianchi fueron tan erróneos que hoy termina partiendo casi sin adeptos, entre las penumbras deportivas y humanas.
Es entendible que Ischia hiciera valer hasta el último billete de su contrato, pero prolongando su tarea, prácticamente sin motivaciones y caprichosamente luego de los fracasos deportivos de este semestre, resultó como una extensión de la agonía. Porque no sólo los hinchas pedían la ruptura del proyecto, sino también los propios dirigentes, que anhelaban a Bianchi como una suerte de DT salvador y que, off the record , se quejaron del "poco interés" que Ischia demostró en la propuesta táctica para el clásico del domingo pasado ante Racing.
Es verdad que Ischia logró dos títulos (Recopa y Apertura 2008), que hizo debutar a más de una docena de juveniles y que debió manejarse como un equilibrista en la intimidad de un plantel con varios focos de conflicto. Sin embargo, desde que su ciclo quedó sentenciado, llamativamente pocos fueron los jugadores que lo apoyaron públicamente, cuando sí muchos ya se animaron a pensar en voz alta en un futuro con Basile como mentor. "Carlos les pidió que no se involucraran", justificó Angel Celoria, el cordial y fiel ayudante de Ischia. Sin embargo, resulta imposible taparle la boca a un referente si éste está decidido a fundamentar un pensamiento.
Cuando llegó, Ischia le ganó la pulseada a otros candidatos. Arribó con perfil bajo y sueños altos. El rendimiento de sus equipos tuvo altibajos, luchó contra las graves lesiones que se presentaron y algunos arriesgaron a decir que permanecería por mucho tiempo en la Ribera. Sin embargo, la llegada de Bianchi, involuntariamente empezó a jugarle en contra. Y el equipo perdió poderío y dejó puntos, hasta derrumbarse. Es verdad que fueron desprolijos con su figura, pero él se equivocó en su proceder y ahora se va, como uno más, sin pena ni gloria...
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