sábado, 26 de abril de 2008

VERICUETOS. Por Alfredo Pinoargote


El ocultamiento está dirigido a desinformar a la ciudadanía, para que acuda a votar sin conocer suficientemente qué es lo que los omnipotentes alzamanos han aprobado
Finalmente, de acuerdo a lo políticamente calculado para que el proyecto de nueva Constitución pase sin mayor debate, la Asamblea ha empezado a aprobar el texto que debe someter a referéndum.
Pese a su inexperiencia política, lo cual es su mayor activo moral, a Rafael Correa no se lo puede acusar de improvisaciones en su prioridad de imponer un nuevo orden constitucional. Se ha inspirado en la agenda del coronel Chávez por una razón muy simple –que no es ideológica sino pragmática– es un rotundo éxito político. No hay cómo perderse y todo está saliendo según lo planificado.
El problema radica en que el espíritu y la dinámica de esa agenda es una defraudación a la promesa de implantar una democracia participativa, donde el mandante soberano tenga primacía. Pues, claramente busca acaparar poder sirviéndose deslealmente de los mecanismos democráticos. Se dirá y con alguna razón que la mafia partidocrática sólo puede ser derrotada de esa forma, y que en consecuencia todo vale. El fin justifica los medios, pero ocurre que el fin tampoco es lo que se proclama. Aquí sucede algo parecido a lo que Correa achaca a las fundaciones sin fin de lucro, de que gozan un lucro sin fin.
El primer elemento de esta defraudación, que está entrando con vaselina, es el ocultamiento de los textos del proyecto, puesto que sólo se conocen cuando la Asamblea ya los ha aprobado definitivamente. Lo cual constituye una burla para la ciudadanía y una tomadura de pelo para los 700 grupos de la sociedad civil que han presentado propuestas a las mesas constituyentes. Lo correcto es que se difundan ampliamente, por lo menos una semana antes de entrar al pleno de la Asamblea, a fin de que la ciudadanía y los grupos de la sociedad civil los conozcan para que puedan opinar y debatir acerca de su contenido. Pero los asambleístas prepotentemente han resuelto que su omnipotencia no los obliga a este proceder democrático. Esto es una grosería y una torpeza, puesto que si ellos tuvieran ese poder ilimitado el referéndum no estaría previsto ni debiera realizarse.
Y el referéndum no lo inventó la partidocracia sino el comandante Chávez, a quien Correa copia al pie de la letra. Con lo cual el asunto resulta más grave, porque el ocultamiento está dirigido a desinformar a la ciudadanía para que acuda a votar sin conocer suficientemente qué es lo que los omnipotentes alzamanos han aprobado.
Por añadidura se va a obligar al pueblo a votar en plancha, a ciegas, bajo la ignominiosa advertencia publicitaria de que si votan por el No es a favor de la mafia partidocrática.
Cuando esa mafia partidocrática está intacta en la justicia partidizada y los órganos de control, con el beneplácito de la Asamblea porque servilmente se han puesto a las órdenes del nuevo dueño del país. Pues, los únicos destronados son los capos de la partidocracia que se han esfumado.
Entonces, es lógico, democrático y necesario que la nueva Constitución se vote por capítulos en el referéndum. Igual que como ha sido elaborada y votada en la Asamblea, en nueve mesas constituyentes cada una a cargo de un capítulo. De manera que si un capítulo es negado por el pueblo permanecerá vigente el de la actual Constitución, que está en vigor según el mandato constituyente 001 de los omnipotentes de Montecristi.
Otro eslabón imprescindible es la publicidad igualitaria para el Sí y el No, pagada por el Estado, con suspensión total de la propaganda del gobierno central y los gobiernos seccionales. Con diseminación, en todos los medios de comunicación colectiva, del articulado de los diferentes capítulos a ser votados. Lo cuales deben ser muy bien identificados para que se vote en nueve papeletas separadas.
Es primordial, para la legitimidad de la nueva Constitución y su permanencia en la vida nacional, que el proceso de aprobación sea transparente permitiendo la participación de la ciudadanía. Igual se la va a aprobar, pero no puede ser como imposición de una partidocracia reencauchada.

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