jueves, 2 de abril de 2009

VERGUENZA!!!!!

Diego Maradona esperó a sus jugadores en la puerta del vestuario. Del lado de adentro. Todos llegaron vencidos, superados por las circunstancias. Por la goleada sufrida. Por el corazón golpeado. Uno por uno los miró a los ojos. Les dijo que se sentía tan orgulloso de ellos como en el primer día que los dirigió. Algunos, especialmente los más jóvenes, se quebraron tras el duro cachetazo que les dio Bolivia.

Abatidos, resignados, derrotados. Lejos de las explicaciones de ocasión, el capitán Javier Mascherano y el defensor Gabriel Heinze dieron la cara. Apartados de las excusas, dijeron como pudieron lo que pensaban sobre el partido que había quebrado emocionalmente a varios. En ese mismo vestuario donde una vez concluido el partido se pudieron ver las cartulinas con las arengas de Diego tiradas en el piso como símbolo del derrumbe.

La autocrítica de Mascherano fue dura. "Para algunos jugar en la altura fue algo nuevo, para otros no, pero acá lo que hay que decir es que no perdimos por la altura, sino porque el rival jugó mejor y a nosotros no nos salieron las cosas. Siento mucha tristeza, pero vamos a salir y volver a todo lo bueno que habíamos conseguido. Esto nos tiene que servir para aprender y, seguramente, va a consolidar aún más al grupo, que está muy bien y que crece en todos los aspectos", fue el monólogo crudo que entregó, con la voz entrecortada.

En la misma sintonía siguió Heinze: "Sabemos lo que significa jugar en la altura: no es sencillo, pero no lo ponemos como excusa porque el rival nos superó y nosotros no hicimos las cosas bien".

El deseo de prolongar la racha positiva y de hacer más sencillo el camino a Sudáfrica 2010 quedó trunco. Los dos jugadores que hablaron ante los medios, agolpados en un pasillo de menos de dos metros de ancho, reconocieron los errores, pero una y otra vez eludieron el tema de la altura. Fue como si en la intimidad se hubiera unificado el discurso: "Si no hablamos antes de la altura, menos podemos hacerlo ahora para justificarnos". En todo momento quedó clara esa idea en los alrededores del plantel nacional.

Los integrantes del seleccionado argentino partieron poco después del partido rumbo a Buenos Aires, bajo una profunda tristeza y con muchos signos de agotamiento y cansancio. En el ómnibus que los trasladó al aeropuerto se pudo observar a Carlos Tevez al borde de las lágrimas, mucho más cuando unos chicos bolivianos le pedían desde abajo del ómnibus que les firmara una camiseta del seleccionado con su nombre.

Salieron en el medio de una euforia que desbordó las serpenteantes calles del barrio Miraflores, que confluyen en el estadio. La fiesta del pueblo boliviano era mayúscula; el lamento era todo argentino. Junto con Tevez estaba sentado Juan Sebastián Verón, quien parecía consolar a sus compañeros, dándole su apoyo y su abrazo. En tanto, Mascherano, se sentó en el fondo, buscando aire, ese mismo que le faltó en el campo de juego del Hernando Siles y que provocó que no pudiera entregar su sacrificio como lo hace habitualmente.

La escena no se modificó jamás. En el aeropuerto de El Alto los jugadores argentinos bajaron del ómnibus sin pronunciar palabra, tratando de olvidarse rápidamente de esta dura derrota. A la vista, por la contundencia y los alcances del tropiezo, las imágenes quedarán en su mente durante un largo rato. Al menos, hasta la próxima cita.


De La Paz a Ezeiza y de Ezeiza a sus clubes
El seleccionado argentino viajó en un vuelo chárter una vez finalizado el partido. Según lo previsto, se esperaba su llegada a Buenos Aires alrededor de la 1 de la madrugada. Todos los futbolistas que actúan en el exterior dejarán nuestro país durante la jornada. Aunque habrá que esperar en qué estado físico y anímico se reincorporan a su clubes para ver si juegan el fin de semana.

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