lunes, 5 de enero de 2009

QUERIDO PAJARO

Sobreaviso estaba de tu libro. Hablamos largo sobre el esa tarde y noche en Esmeraldas, esa Esqueria tropical que los guayacane cubren de oro…
Contemplamos irse Todos los Santos, sobre el Pacifico plateado.
Doble duelo me ensombrecia: la muerte de un ser querido y esa sensación que te produce cuando te dicen bien que ya eres muerto. Me contaste de tu afan, con detalle… a veces pienso. Me contaste de tu afan, con detalle… a veces pienso que eres mejor narrador oral que escrito, pero si lo repienso mejor digo que tienes el raro don de poder escribir con la misma frescura, gracia y pasion con la que hablas. Disfrute por eso enormemente de esas horas, asomados por el acantilado y te deje alegre ya, para ir a buscar mi cadáver a otra parte, pero me quede picado y esperaba con ansiedad tu publicación.
“Soy el que pude” no me defraudo. Eres el inventor de un genero que mezcla en acertadas dosis memoria, poesia, humor, ensayo, ficcion… por que algunas cosas te has inventado, no lo vayas a negar. Lo primero que lei tuyo en esas lineas fue Alpiste para el recuerdo que me convirtió en un asiduo repasador de tus obras. Mucho ayuda a esta filiación el identificar lugares, situaciones y personas. La vida superpuso nuestras ondas en algunos puntos: en la Pontificia Universidad, en la carrera de derecho por ambos abandonada en aras del peliagudo oficio de periodista y sobre todo en el afecto de los amigos comunes. Todo esto a pesar de que me llevas algunos años…. Como se desprende de la grafica, y tu eres quiteño de la Floresta, vuelta, yo soy de Cotocollao, que casi no era Quito, pero hablo la lengua de la capital casi sin acento.
Hay en el libro cosas que merecen subrayarse “la sola mencion de Guayaquil significaba libertad, comidas exoticas, vestidos con escotes generosos, ropa en tonos llamativos, sandalias y pies con uñas pintadas”.
¡Era la fiesta! En efecto asi fue para muchos quiteños a los que, gracias a distintas relaciones con el Puerto, el regionalismo nos ha parecido una aberración. Me impresionaron las paginas en las que hablas de Jamil Mahuad ¡que difícil ser objetivo sin renunciar al criterio! Es lo mejor que he leido sobre un periodo, del que todo lo que se dice oscila violentamente del odio obcecado a la justificación de los beneficiarios. Abres una pista interesante.

Pero en el fondo, como en la fanesca, en la que el bacalao da coherencia a la multitud de granos. Soy el que pude, en su variedad de generos, adquiere profundidad, unidad y sentido en una lucida reflexion existencial sobre nuestro destino. ¿Somos solo lo que podemos? ¿Dónde situas la ilusion de nuestra libertad? ¿Se puede hablar de un destino libremente aceptado? Los buenos libros como este te dejan lleno de preguntas, Querido Pajaro.
Espero que me las absuelvas algun dia al borde del acantilado, entre el mar y los guayacanes, con ese poco de risa y ese bastante llanto que sabes combinar, con arte teatrero viejo, en todas sus narraciones.

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