La carta de renuncia de Mónica Chuji es un texto de dos páginas que todos los simpatizantes de Alianza PAIS deberían leer obligatoriamente. No es la carta de un banquero millonario, o de una bestia salvaje, o del Opus Dei, sino de la única indígena que pasó por este gobierno lleno de intelectuales, aniñados, partidócratas y pelucones.
La Chuji denuncia ahora que Acuerdo PAIS defiende “posiciones conservadoras y reaccionarias”, que es un partido donde las bases deben “someterse” a la opinión “de un solo líder”, y que la cúpula mira con suspicacia “el solo hecho de pensar de manera diferente”. Es además un partido que “manipula, vulnera, margina y trata de cooptar” las organizaciones sociales, y que como lo demostró en Dayuma, “ha llegado a la criminalización de la movilización social”. Lo más preocupante sería que Alianza PAIS “pone en riesgo […] toda la democracia”; en otras palabras, que nos ha llevado al borde de una dictadura total.
Se demoró Mónica Chuji para llegar a esta conclusión. Durante casi dos años permitió que persigan a otros. Guardó silencio cuando Correa ofendió a las mujeres, insultó a los indígenas, reprimió en Dayuma, impuso su postura en el Buró Político y manipuló desde afuera la Asamblea Constituyente.
Ahora reconoce que se equivocó, pero no acepta que fue cómplice de esos atropellos. Ha pasado a engrosar la lista de descontentos de derecha e izquierda (Rosanna Queirolo, Fausto Ortiz, Wilma Salgado) que se largaron furiosos, pero sin mencionar que ellos fueron parte del festín.
Por eso no debe sorprendernos que después de su ruptura, Mónica Chuji sea inconsecuente y llame a votar Sí por la Constitución correísta, haciendo quedar en ridículo su propia denuncia. ¿Acaso no se ha dado cuenta de que el 28 de septiembre no vamos a votar por un texto jurídico sino para decidir el poder que acumulará Correa durante los próximos años? ¿Acaso no ve la propaganda oficial, que no propone ni un solo argumento racional a favor de la Constitución sino simplemente un Correa dotado de más poderes como receta milagrosa? ¿Acaso no imagina cómo utilizaría un triunfo electoral este Presidente que “criminaliza la movilización social”?
El error de la Chuji no es casual. Se debe a la influencia adormecedora de Alberto Acosta, que lo único que ha hecho es dorarles a sus seguidores la píldora del correísmo, haciéndoles creer que las tendencias totalitarias del Presidente son manejables, y convenciéndolos de que pospongan la ruptura con Alianza PAIS para después del 28 de septiembre.
Me cuesta creer que esta deshonestidad intelectual de ocultar una verdad tan grave para no afectar los resultados electorales encuentre terreno abonado, pero debo inclinarme ante los hechos. La izquierda, o al menos sus dirigentes, están demostrándole al país, estos días, una vanidad por el poder que no imaginábamos. Son pocos todavía los que se rebelan contra el papel indigno que se les está haciendo cumplir. Pero quizás sean así los procesos políticos y en algún momento la tendencia se revierta.
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