Sí a la misa de réquiem por los finados de la mafia perfecta, que reventaron sus cuentas bancarias sin pegar un solo tiro y con todas las condecoraciones habidas y por haber de los clubes sociales orgullosos de tenerlos en sus filas.
Pero No al baby shower de la nueva criatura constitucional que no es un clon del cadáver, pero que lleva en ciernes el riesgo cierto de evolucionar para peor, en lo que podría ser una mutación destructiva por las consecuencias que todos sufriremos.
Sí, por darles un estatequieto a las empresas acostumbradas a burlarse del Estado y cobrar hasta premios por eficiencia y rapidez en hacer las obras mal.
Pero No a darles más contratos a esas mismas empresas y perdonarlas con el cuento de que ya bajaron los costos o pagaron multas, sin exigirles que devuelvan el dinero mal habido en anteriores gobiernos.
Sí al gasto en lo social. Sí a la educación gratuita, a eliminar los $25 de matrícula, a que no se cobre en las salas de los hospitales públicos.
Pero No a preparar un lavado masivo de cerebros para adoctrinar a los jóvenes en una sola línea y obligar a todos a que se aprendan de memoria los nuevos mandamientos de la revolución ciudadana. No a utilizar a los empleados públicos y los beneficiarios de subsidios como soldados de una revolución, en la que dejarán de creer apenas sientan retrasos en sus quincenas.
Sí, a las obras necesarias y urgentes a lo largo del país. Ciudades que esperaron décadas por una carretera o la construcción de un puente. Pueblos tan tristes y olvidados que son capaces de alegrarse y hacer fiesta por el simple hecho de que un presidente llega a engañarlos. Y no les importa.
Pero No a la entrega a dedo de esas obras, repitiendo procedimientos tan viejos como oscuros. Sin estudios, sin fiscalización seria, sin precios comparados. No, a crear nuevas argollas de contratistas.
Sí a los pocos hechos que dieron esperanzas que se acabaría la impunidad en el Ecuador.
Pero no a los numerosos hechos que demuestran que la impunidad sigue, para proteger a los nuevos socios. Y a ciertos viejos también, por cierto, consolados desde arriba de las patadas que reciben por abajo.
Sí a las caras nuevas, rostros frescos, discursos diferentes. Sí a más espacios para actores diversos.
Pero no a las caras feas, retorcidas por el rencor, disfrazadas con la risa hipócrita, escondidas en caretas de armonía pero evidenciadas con sus palabras resentidas.
Sí a la búsqueda del cambio para bien. Será nuestro motor, nuestro norte y lo que mueva por siempre a los ciudadanos de buenas intenciones de nuestro país.
Pero No a este cambio. No al engaño de hacer creer que con una constitución hecha a la maldita sea, comenzará la redención. No a la falta de respeto de llevarnos obligatoriamente a las urnas por esto. No al plan siempre fracasado de callar las voces que molestan, que incomodan.
Con estos sentimientos encontrados iré a votar el 28 de septiembre. Y para no ser una vez más infiel con lo que siento, votaré por los dos.
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