viernes, 20 de junio de 2008

DESAVENENCIAS DE INDIVIDUALIDADES CON JERARQUÍA

BELO HORIZONTE.- Juan Román Riquelme y Lionel Messi son dos individualidades de jerarquía con gran capacidad de resolución. Pero, ¿potencian a la selección? ¿Pueden complementarse? Con más intermitencias de las aceptables. ¿Qué necesita el equipo con Riquelme? Jugar a los espacios, contar con futbolistas que le marquen la descarga. Todo lo contrario de Messi, que quiere siempre la pelota al pie para iniciar, y para terminar cada jugada.

Incompatibles por donde se los mire, más allá de sociedades fugaces que, claro, pueden mostrar. Hay que refundar. ¿Eso implica excluir?

Se advierte una evidente desavenencia de velocidades. Ambos buscan y necesitan jugar con impulsos diferentes. Riquelme moviliza al equipo a un ritmo que Messi no quiere. Riquelme puede darle sentido al juego, pero exagera en la pausa. Es saludable cuando a ese talento lo defiende con una fiereza más competitiva, como vale apuntar, desempolvó en el Mineirao. Messi guarda una velocidad extra con respecto al resto de los mortales, pero tendría que entender que todas las maniobras no exigen explosión. Demasiado opuestos son los dos como para comprenderlo.

Cada uno siente que es desequilibrante, que no necesita asistencia, y esa confianza encierra peligro. El equipo jugó mejor sin enganche. Messi rinde más cuando se siente dueño de ocupar todas las posiciones que se le ocurran y no cuando sabe que hay una parcela del campo que es intransitable.

No se repelen, no se evitan en la intimidad. Tampoco se buscan. Messi se siente menos a gusto, advierte una electricidad en el ambiente cuando está Román que lo vuelve más hosco. Y ese fastidio no lo disimula.

No hay química entre Riquelme y Messi, más allá de esforzadas desmentidas. Las diferencias nacen en la cancha, como está a la vista, y derivan en cuestiones más personales. Basile tendría que elegir a uno de los dos como su líder futbolístico, pero ha quedado acorralado. Se ha puesto solo entre rejas.

El entrenador le concedió a Román la potestad de patrón desde que aceptó que volviera a la selección cuando JR se lo propuso y, más aún, cuando arriesgó y lo convirtió en indiscutible aunque el volante estuviese marginado en Villarreal. Y Messi es intocable. Está bajo el brazo protector de Grondona y el plantel también tiene su predilección: sabe que el diferente es Leo

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