El mundo se acabará en el año 2012. Será así y el Apocalipsis ocurrirá, para ser más exactos, el 21 de diciembre de dicho año, de acuerdo a las predicciones de quienes han investigado el tema. Lo que comenzó como una simple teoría histórica se ha convertido, por una serie de razones, en motivo de un arduo debate que relaciona temas como el calentamiento global, la desaparición de ciertas formas de vida animal y las implicaciones del antiguo calendario maya.
Es de tal magnitud la inquietud en determinados círculos de investigación, que solo en Estados Unidos se han publicado, desde el año 2006, cuatro libros respecto del fin del mundo dentro de cuatro años; uno de ellos, el escrito por el periodista Lawrence Joseph, se titula Apocalipsis 2012: una científica investigación acerca del fin de la civilización y pronostica una catástrofe de amplia magnitud. Pero, ¿no será que está ocurriendo lo mismo que se vaticinaba cuando se acercaba el año dos mil y se auguraba también el fin de los tiempos?
Los estudiosos dicen que en esta ocasión el asunto es diferente y que todas las respuestas están planteadas en el sistema del calendario maya descubierto hace cien años.
Resulta que para los antiguos mayas, nosotros vivimos en la Edad del Jaguar que comenzó el 13 de agosto del 3114 antes de Cristo y que culminará, de acuerdo a ese calendario, el 21 de diciembre de 2012. Pero no es esta fecha una escogida al azar sino que al día siguiente, esto es el 22 de diciembre de 2012, el Sol estará alineado en el centro de la Vía Láctea por primera vez en veintiséis mil años, siendo esta la primera ocasión, desde que hay registros históricos, que se haya presenciado tal suceso. Entonces los investigadores se preguntan: ¿por qué razón los antiguos mayas inventarían un calendario cuya fecha final será un acontecimiento astronómico que iba a ocurrir en un futuro muy lejano al momento en que fue escrito dicho calendario?, ¿y cómo sabían los mayas que justamente alrededor del 3114 antes de Cristo comenzaría la noción de la civilización?
Ahora, aceptando que lo del 2012 va en serio, podemos encontrar una explicación a los recientes apuros del Gobierno Nacional respecto a la fecha final en la que debería estar aprobado el texto definitivo de la Constitución por parte de la Asamblea Constituyente. No se trata entonces de que mientras más pasa el tiempo y la Asamblea sigue discutiendo, más posibilidades tiene el No de imponerse en el referéndum, tampoco se trataba de que Alberto Acosta se había enemistado con el Presidente o que se había vuelto demasiado tolerante y dialogador en la dirección de las sesiones, ni mucho menos que cada día que pasa resulta más difícil mantener la cohesión al interior del bloque oficialista.
Lo que nadie sabe es lo que el Gobierno sí sabe: si el mundo se acaba en el 2012, no habrá posibilidad de reelección y por lo tanto, hay que apurarse. Lo que nos queda son cuatro años inolvidables. Los mayas lo sabían, pero nosotros no.
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