
RIO DE JANEIRO (De un enviado especial).- No fue una llave de Copa Libertadores más para Juan Román Riquelme. Todas las miradas estaban puestas sobre él. ¿Por qué? Porque hace tiempo que dejó de ser sólo el N° 10 de Boca. Es el referente con más peso dentro del plantel y el DT dentro del campo de juego. El que ordena posicionalmente a sus compañeros y el que, incluso, suele retarlos cuando no le hacen caso en algún movimiento. Anoche tuvo un desempeño regular y estuvo lejos de su mejor nivel. No alcanzó lo que pudieron hacer él y Boca. Ni siquiera los dos goles que había anotado en Avellaneda. Tras la eliminación, apenas el árbitro pitó el final del partido, se retiró rumbo a los vestuarios en soledad.
En Brasil tuvo un partido con buenas y malas, pero corrió mucho más incluso que en los primeros partidos en la etapa de grupos. Comenzó probándose en el campo de juego tres botines distintos con el utilero Roberto Prado y al final se quedó con un cuarto par que le acercó el kinesiólogo Rubén Araguas. Salió concentrado. Le dio un beso a Paletta, chocó las palmas con Dátolo y habló mucho con Ibarra mientras los fuegos artificiales dominaban la escena.
En el arranque soportó la marca personal de Arouca y, como en Avellaneda, demoró la ejecución de un tiro libre cerca del área rival e hizo amonestar a dos futbolistas que no respetaban la distancia de la barrera. Eso sí: el disparo se fue desviado. Antes había sido amonestado por una falta a Conca en un contraataque de Fluminense. Por eso, esta vez, las protestas para el árbitro Torres quedaron en poder de Morel Rodríguez y Paletta. En la segunda etapa participó poco y no festejó con Palermo el gol del N° 9.
La semana fue algo complicada para Riquelme. El domingo estuvo en el predio de Casa Amarilla pero no se entrenó y se fue media hora antes que el resto de sus compañeros. El lunes ni siquiera estuvo presente. Se apuntó que una gastroenterocolitis que le produjo fiebre y vómitos, lo complicó y que, débil, no pudo entrenarse con normalidad. "No estoy bien y por momentos me mareo. Tuvimos varios compañeros afectados y ahora me tocó a mí, pero sólo me interesa llegar a la final. No me voy a perder el partido porque es el más importante de la Copa", había dicho horas antes del encuentro.
Fue cierto que en las últimas horas surgieron rumores sobre un distanciamiento con varios referentes y juveniles del plantel. ¿El motivo? La excesiva injerencia de Román en las varias decisiones que tienen que ver con los premios que debe cobrar el plantel, la distribución de los estacionamientos en Casa Amarilla, los gestos que les hace en algunos partidos; incluso los horarios de salidas y regresos para varios viajes...
Ayer, ante esta situación, Pedro Pompilio, presidente xeneize, comentó: "Aquí no hay ningún problema. Estamos todos subidos al mismo carro del sacrificio, del trabajo y esto es lo que ha llevado a Boca a conseguir tan buenos resultados. Esto no se alteró en lo más mínimo. Están todos tranquilos y satisfechos. Compartí el almuerzo con los jugadores y no vi ningún malestar. Así que lo descarto por completo". ¿Qué dijeron los futbolistas enterados de esta situación? El único que habló fue Jesús Dátolo: "En todos los grupos hay diferencias. Yo tengo más afinidad con unos que con otros, pero es algo normal".
Riquelme no terminó la semifinal como lo hubiera querido. Se fue en silencio y sin compañía por el túnel del Maracaná. Triste, solitario y final.
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