viernes, 4 de julio de 2008

LA GLORIA DE LIGA CONSAGRA AL FÚTBOL ECUATORIANO

Las opiniones aún cabalgan a caballo de las emociones. Las imágenes persisten por sobre el análisis. La histórica consagración en el Maracaná, esa épica actuación de Cevallos en los penales, la vuelta olímpica de un equipo ecuatoriano enarbolando la Copa Libertadores, el sudor de la gloria humedeciendo trajes, el fárrago de abrazos en los que uno ni sabe a quién estrecha, los gritos, el salto interminable de esos dos mil de blanco, todo es todavía una alegre confusión, una fresca y bella mescolanza. El sesudo análisis futbolístico casi parece un absurdo todavía. La conquista permanece en zona de festejo.

Liga Deportiva Universitaria ha tallado su nombre entre los grandes de todos los tiempos. Nadie podrá quitarle ni una ínfima partícula de posteridad: fue campeón siendo el mejor. La crónica dirá que fue por la vía de los penales. Todos sabemos que perdió 3 a 1 el segundo encuentro y hubo que desempatar desde los doce pasos. También sabemos que fue mucho más que Flu en el balance de las dos finales. Perdió por esa extraordinaria capacidad brasileña de transformar en red hasta el menor escarceo ofensivo, por la eficacia letal del futbolista brasileño. Contundencia que no tuvo correlato en el juego. Porque nunca Fluminense mostró ser más equipo que Liga de Quito.

Estábamos persuadidos de que este grupo de valientes no se iba a achicar en el Maracaná. Y por si alguien abrigaba alguna duda, a cinco minutos del arranque nomás asestó un gol espectacular. Notable maniobra de Manso para quitarse una marca encimada, cambio de frente de 50 metros, desborde de Guerrón y ese ilusionante proyecto de jugador llamado Bolaños la manda a dormir entre piolines.

Ahí estuvo, acaso, el gran mérito de Fluminense: haberse repuesto de semejante mazazo y empezar de nuevo a remar contra la marea.

Un par de desatenciones defensivas –que son parte de un equipo, como lo son sus virtudes– y la fantástica pegada de Thiago Neves (descendiente de Didí, de Nelinho, de Eder, de Rivelino) lo pusieron 3-1 abajo. Pero no era reflejo fiel de lo que el juego decía. Liga mostraba autoridad, jugaba convencido de sus virtudes, que no son pocas. El resultado era tan peligroso como infundamentado.

Esta es la hora del reconocimiento: a Cevallos, que entró con una lesión y resultó el gran héroe de la noche; a Guerrón, por su fe y su persistencia ofensiva; a Norberto Araujo, por su clase y su determinación defensiva; a Vera, símbolo del coraje, bastión espiritual; a Luis Bolaños, un atrevido fenomenal, pícaro, picante, que si continúa en su parábola ascendente puede ser la gran estrella del fútbol ecuatoriano. A Urrutia, el capitán sereno y confiado; a Manso, por su exquisita e irrenunciable manera de interpretar el juego; a Campos, a Ambrosi, a Bieler, al mismo Calle, que trató de ponerse a la altura de los demás.

Al técnico Edgardo Bauza, a quien le sacamos el sombrero: campeón de América, título que pocos entrenadores exhiben en su tarjeta. Al señor Rodrigo Paz, por pergeñar y sostener este proceso conductivo.

Boca ganó tres Libertadores por penales. ¿Alguien lo objeta? ¿Quién puede ufanarse de haber bailado a un equipo brasileño en una final como lo hizo Liga…? ¿Cuántos se coronaron ante un Maracaná desbordante con 90.000 almas…? Este es momento de celebrar, la hora de la gran consagración del fútbol ecuatoriano. Liga es campeón con el rótulo de mejor, le llegó al corazón al continente con su juego y su fibra. Es un modelo como club y orgullo del Ecuador. Congratulaciones.

Por Jorge Barraza (tomado de su columna Alguien tenia que decirlo 4/07/08)

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