viernes, 4 de julio de 2008

EL PODER Y LA AMISTAD

Luego de una larga conversación citó una frase, se detuvo un momento y dijo: “No sé si esta frase es mía o de Alberto Acosta, lo cierto es que da igual. Somos tan cercanos, que a veces Alberto usa mis frases y yo las de él”. Eran los tiempos en que el poder todavía no estaba de por medio. Pero el poder transforma y las diferencias, que como iguales se aceptan, terminan por fracturar ideales y amistades. Es una constante histórica. En la Roma imperial, Pompeyo Magno y Julio César eran grandes amigos, dos demócratas que como senadores respetaban las leyes de la República, hasta que César conquistó el poder militar.
De regreso de su campaña en las Galias, violó la norma que impedía que un jefe militar ingrese a la ciudad en armas después de la guerra. César cruzó el Rubicón y ese día, coinciden los historiadores, terminó la República. El Senado se convirtió en un cascarón vacuo que terminó por entregar los poderes totales a César, ungido como emperador por 10 años.
Con un sombrero de paja toquilla, un discurso emocionado y la compañía de un solo mandatario sudamericano, Álvaro Uribe, el presidente Correa declaró inaugurada la Asamblea Constituyente , el pasado 29 de noviembre. Pero al igual que Julio César cruzó el Rubicón, un día después el superintendente de Bancos y el fiscal general fueron destituidos y sus reemplazos posesionados sin cumplirse los requisitos de la Constitución que está vigente: la de 1998. Acto seguido envió la primera ley.
En el estatuto para el funciona- miento de la Asamblea, aprobado en votación mayoritaria en septiembre de 2007, se encargaba a los asambleístas la elaboración de una nueva carta magna y reformar el marco institucional del Estado. Dichos cambios debían entrar en vigencia una vez que el pueblo apruebe la Constitución en un referéndum.
No había encargo para leyes, mandatos y otros procesos, que siguieron en cascada y terminaron por gastar a la Asamblea y retrasar su obligación principal. En otros tiempos esta manera de proceder hubiese resultado inconcebible. Paradójicamente despertó pocas protestas.
Con una publicidad permanente que capitaliza la ansiedad de transformaciones que anhelan los electores y el miedo al retorno de viejos males, el Gobierno justificó los cambios y fue ganando más poder. No obstante, en este libreto cuasi perfecto se deslizó una variable no calculada: el desgaste.
El desgaste en el caso del Gobierno proviene de la deficiencia en la gestión administrativa, a pesar de los cuantiosos recursos por los excedentes petroleros y de las múltiples declaratorias de emergencia.
Se añade el errático manejo del conflicto con Colombia, donde en lugar de buscar soluciones, se profundiza la crisis. Pero lo más grave, es el monstruo de la inflación que golpea a todos los bolsillos, y si bien es cierto que en el mal hay un componente internacional, no es menos cierto que las medidas adoptadas por el régimen no han sido efectivas. El desgaste de la Asamblea, en cambio, se asienta en las posiciones extremas con respecto a la propiedad privada, el modelo económico, las autonomías, todo lo que ha generado suspicacias.
Los romanos juzgaron a César como “ corrumptusum”, que en latín significa ‘el que rompe y destruye’.
Al cruzar el Rubicón, Correa no solo demolió la amistad con Acosta también cuarteó la confianza en la Asamblea. La confianza es el corazón de esa estructura espiritual sobre la cual se levantan las sociedades democráticas, pluralistas y se gestan las revoluciones ciudadanas.
A ritmo vertiginoso flotarán los 500 y tantos artículos de la nueva constitución. De ser aprobada, ni el candado que la aprieta le asegura sobrevivir 100 años. Será la constitución número XX y estará vigente mientras gobiernen quienes hoy ostentan el poder.
POR PATRICIA ESTUPIÑAN DE BURBANO (REVISTA VISTAZO JULIO 08)

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