sábado, 26 de julio de 2008

MI GENERAL SIMÓN BOLÍVAR

Dicen que tenía 8 años cuando Bolívar montó por primera vez un caballo; era descendiente de españoles y el apellido Bolívar significa ‘Pradera del Molino’, quienes lo vieron cabalgar se asombraron. El alegre niño ya había perdido a su padre y perdería a su madre un año después. Su tío, el señor Palacios, se hizo cargo de su educación que entonces se confiaba a los clérigos, pero no era eso lo que necesitaba aquel jovenzuelo soñador y su formación se encomendó a Simón Rodríguez, un huérfano también.

Cuánta influencia tuvo el profesor en el alumno, es necesario un gran maestro para formar un gran hombre. Dicen que Bolívar recordaba cada una de las lecciones de Rodríguez y las tomaba como guías en su vida. Fue también alumno del gran poeta Andrés Bello, pero sin la gran influencia que tuvo el otro. A los 15 años viajó a España donde fue admitido en la Corte, se cuenta que en juego con los príncipes casi se va de golpes con el príncipe de Asturias, que luego sería el rey Fernando VII. Se casó muy joven con María Teresa del Toro y enviudó nueve meses después; tenía Bolívar 19 años. Se traslada a París; era dueño de una gran fortuna.

Manejaba la espada, la navaja, el taco de billar con ambas manos; las fiestas en su casa duraban hasta el amanecer y bailaba incansablemente, era admirado por las mujeres, se hizo miembro de una logia y fue muy amigo del sabio Humboldt. Se hizo recibir por el papa Pío VII a quien le negó las reverencias debidas. El poeta Lord Byron bautizaría un barco con el nombre de Bolívar. Se negó a asistir a la primera coronación de Bonaparte a la que fue invitado pero asistió a la segunda, donde admiró a Napoleón al ser aclamado por el pueblo y el ejército y por su sencillez al vestir, en medio de la fastuosidad de sus generales. Hizo el juramento de dar libertad a los pueblos en el monte Sacro en Roma. Fue autodidacta de la guerra y empezó su campaña con 200 hombres casi desnudos y sin armas hasta que fue nombrado General de Brigada por sus éxitos. Hizo fusilar a un general para evitar una guerra civil y ahorcar a otro que lo traicionó. Recibido triunfante en las ciudades, le llenaba de orgullo la corona que una bella mujer le lanzara de un balcón a quien él le diría después: “Tú eres la libertadora del Libertador”. Hizo destituir a un alcalde que le ofreció a unas mujeres. Cruzó a nado el Orinoco, rehusó la riqueza que le ofrecieron, perdió toda su fortuna en aras de la libertad, despreció el dinero y los bienes materiales, se preguntaba de qué viviría si algún día se retiraba de sus funciones.

Una nación lleva su nombre, liberó a sus esclavos y uno de ellos quiso matarlo; su paso audaz por los Andes es considerado como una proeza; los hombres morían de cansancio. Extenuados, tres mil hombres vencieron a cinco mil españoles. El héroe soportó la fatiga y en cada derrota encontraba una nueva esperanza. Finalmente lo alcanzaron los odios, la ambición, la ingratitud. Y ahora, ¿dónde está usted, mi General? Seguro en el eterno azul, cobijado bajo las estrellas, su alma soñadora cabalga entre las nubes en su blanco corcel, avanzando siempre, llegando lejos, su mirada ardiente puesta en la libertad, en su mano de hierro su espada y su valiente pecho abrazando el honor, la gloria para lo que siempre vivió.

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