lunes, 28 de julio de 2008

Nulo

No voy a votar No, porque esa será la postura de los viejos partidos políticos que durante décadas manipularon y abusaron del poder, y con eso les dieron vida a los demagogos que hoy nos gobiernan.

No voy a votar No, porque debemos demostrarles a los anteriores dueños del país que nunca más tendrán la oportunidad de regresar al poder.

No puedo votar No, porque debemos ratificar una vez más, y todas las veces que haga falta, que el Ecuador quiere, desea y necesita un cambio profundo, real, verdadero.

Pero tampoco puedo votar Sí, porque no puedo poyar a un nuevo capataz de hacienda que solo puede comunicarse con los demás si utiliza el insulto y la ofensa, porque de lo contrario no tiene nada original que decir.

No puedo votar Sí, porque no quiero confundirme con los demagogos que necesitan de camisetas, sacos de harina y limosnas para conquistar el fervor popular.

No puedo votar Sí por una máquina rectificadora, que cambia de posturas cada media hora, aplaudiendo hoy lo que denigrará mañana.

No puedo votar Sí por una Carta de la Esclavitud que no la escribieron los asambleístas en Montecristi sino los abogados de la vieja partidocracia, transformados en asesores del nuevo dueño del Ecuador, en el Palacio de Carondelet y entre gallos y medianoche.

Consideremos la posibilidad de que triunfe el voto nulo. Será muy difícil que eso ocurra. Las campañas publicitarias por el Sí y por el No serán multimillonarias. Van a repartir de todo y por todas partes, subsidios, bonos, trago, mentiras. Pero nada cuesta imaginar, así que pregunto: ¿qué pasaría si triunfan los votos nulos?

La Carta de la Esclavitud no entraría en vigencia. Le habremos evitado al Ecuador un largo período de oscuridad e intolerancia. El nuevo capataz de la hacienda sabrá que no puede gritarles “majadera” ni “infiltrados” a los que quieren el cambio pero no piensan como él.

Quién sabe, a lo mejor asistimos al milagro de verlo un poco más humilde. En ese caso, el que más ganaría sería él.

Pero la vieja partidocracia también se quedará con el rabo entre las piernas. Sus más oscuras aspiraciones habrán fracasado. El viejo Congreso no podrá regresar. Al Tribunal Supremo Electoral no le quedará más que convocar a nuevas elecciones para diputados. El presidente Rafael Correa continuará en el poder, y concluirá democráticamente y en paz su mandato.

Por último, y quizás esto sea lo más importante, sabremos cuántos somos los que queremos un cambio pero no de patrón. Los que aspiramos a que el Ecuador no sea una hacienda que se vende con indios huasipungueros y todo sino una nación que despega hacia el desarrollo. Los que no cambiamos nuestro voto por una limosna, grande o pequeña.

Así que allí lo tienen. Ahora les toca a ustedes decidir.

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