sábado, 2 de agosto de 2008

ELECTORALISMO

El contenido del proyecto de Constitución pasa a ser la última rueda del coche en la estrategia electoral del presidente Rafael Correa para el referéndum.
El éxito político de Correa, al dejar fuera de juego a la partidocracia, lo lleva a la porfía de querer trepar –como sea– a un adversario al cuadrilátero del espectáculo electorero, a propósito de desparramarse en fintas para distraer al público y arrancarle aplausos.

Por eso Nebot y Febres-Cordero, que eran los pesos pesados de la partidocracia, se resisten a ser utilizados. Mientras contra el uno todavía no encuentran –ni encontrarán en la policía– evidencias de crímenes de lesa humanidad, el otro prefiere mantener su postura de líder de Guayaquil preocupado por el aniquilamiento de la autonomía antes que de cabeza de turco de un anticorreísmo sin mayor alcance popular. De la omnipotente partidocracia quedan restos esparcidos por doquier, con el agravante para Correa que algunos se han hecho correístas como ID, PRE y MPD. A Pachakútik despreció olímpicamente.

La DP se vino abajo con el colapso de Mahuad, que arrastró a Hurtado en las elecciones presidenciales del 2002, y dio su manotón de ahogado en el golpe contra Lucio mocionando el abandono.

Alvarito está más ocupado en salvarse del SRI que de salvar a la patria. Lucio aún palpita pero a Correa no le hace gracia erigirlo en su único rival y resucitarlo, por ello, además de no invitarlo al “ring”, incautó las antenas de sus transmisiones vía satélite.

Esta porfía subsiste a pesar del suceso electorero en reflotar el caso Filanbanco. Lo cual políticamente estuvo bien en momentos en que su gobierno se estaba pareciendo cada vez más a los del repudiado cuño partidocrático. Fue así como con las incautaciones taladró el dique protector levantado palmo a palmo por la partidocracia en pleno mediante disposición transitoria en la Constitución de 1998, leyes especialísimas, y títeres serviciales en administración de justicia, órganos de control y AGD. Ciertamente, desde que el Papa Inocencio III exaltó al diablo para volver más deseado a Dios e impulsar la Inquisición, todo actor político necesita un adversario maligno de carne y hueso que haga visible la contienda, encienda los ánimos y estalle los petardos del gran circo. Si no fuera así a Correa le bastaría proceder con incautaciones a otros ex banqueros, según lo establece imperativamente el mandato constituyente número 13. Pero eso no le interesa, porque ni siquiera en el caso Filanbanco va a efectuarse una recuperación de los ingentes costos del Banco Central que sepultaron a la moneda nacional. De lo que se trata es de ganar el referéndum planteando la votación entre Correa el superhéroe contra los capos del crimen organizado, y qué mejor que una espectacular sanción económica ante la impunidad prohijada por la inacción partidocrática.
En tal virtud, el contenido del proyecto de Constitución pasa a ser la última rueda del coche en la estrategia electoral de Correa para el referéndum. Lo cual revela que el problema de fondo es otro, y ni siquiera se refiere a que ese proyecto constitucional sea conveniente o no para los mejores intereses del país. El meollo del asunto es que se perpetúa una falsa democracia, peyorativamente etiquetada como electorera por los revolucionarios de la democracia participativa.

Lo lamentable radica que en el régimen de la partidocracia siendo escasas las elecciones –eso sí– cada vez que había una era usada para restregar en la cara de la oposición que el mandante soberano daba su endoso. Equivalente a un cheque en blanco, porque los líderes iluminados a su arbitrio disponían de ese mandato. Ahora la diferencia está en que se aumenta la frecuencia de los eventos electorales, ya vamos al quinto en dos años, pero el resultado sigue siendo de libre disponibilidad para el caudillo de turno. Y la aplicación de este privilegio realmente sale de vísceras o inspiración, capricho o necesidad.

Sólo queda rogar a Dios que el delirio de esta fiebre de puerperio no sea tan dañino. Porque hasta que el pueblo se de cuenta volverán a pasar 10 años.
Por Alfredo Pinoargote (Revista Vistazo Agosto/08)

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