sábado, 2 de agosto de 2008

MARCELO TARMA

Cómo están? Me llamo Marcelo Tarma, tengo 18 años y quiero decirles que estoy muerto, es decir me asesinaron el pasado lunes, pero bueno eso se los relataré más tarde, quería primero decirles que extraño mucho a mi mamá quien fue la que siempre se preocupó por mí y siempre me decía que cumpla mi sueño, que me vaya al acuartelamiento y que me haga militar, pese a que la gente se reía de eso y se burlaban de mí y también de mi mamá, creo, porque me había olvidado decirles que tengo algo de retraso mental y por eso la gente se confundía y creía que yo no podía tener sueños, pero sí los tenía y por eso fue que decidí viajar solo a Cuenca porque tenía que sacar la partida de nacimiento, y bueno, como yo no sé mucho de buses y pensaba que todos iban al mismo lugar no tomé el que iba a Cuenca sino otro que me llevó a un pueblo y yo creo que me perdí y llegué a un lugar que me dicen que se llama Putucay y me di cuenta de que estaba perdido, no sé por qué la gente empezó a gritar, me asusté y me traté de subir atrás de una camioneta pero esos señores que eran muy malos, me cogieron, me pegaron y me botaron de la camioneta y tengo que decirles que me puse a llorar porque me asusté más y porque me dolió también, pero yo nunca me imaginé que lo que vendría sería peor, porque de pronto me rodearon un poco de personas y me empezaron a insultar y a tirar piedras y yo tuve miedo, mucho miedo y solo quería estar con mi mamá, pero los señores no me hicieron caso y como estaban como locos, oía que gritaban maten al secuestrador y después vi que traían unos alambres de púas y yo no sabía para qué era eso, pero me empezaron a pegar y me amarraron con esos alambres que me raspaban la piel y me hacían salir mucha sangre y seguía pensando más en mi mamá, pero después me empezaron a arrastrar y me pusieron atrás de un caballo y el caballo me arrastraba y a cada rato me sentía peor porque nadie oía mis gritos, nadie me hacía caso y la gente gritaba más y más hasta que momentos más tarde, vi que traían gasolina y me la tiraron encima de mi cuerpo y yo quería preguntar por qué me hacían esto y solo oía ¡justicia divina, justicia popular!, y luego me prendieron fuego y ahí me desmayé pero más tarde oí un ruido de bala y ahí fue que me pegaron un tiro en el pecho y ahí creo que ya me morí y supe que ahora salí también en el periódico, que hablaban de lo que me había pasado pero me dio pena saber que nadie más dijo nada, porque yo pensé que esos señores que se reúnen allá en Montecristi y que dizque nos van a dar un país nuevo y maravilloso iban a decir algo, porque yo oía a la gente que me pegaba que decían que están hartos de los criminales, que la policía no sirve, que los jueces no sirven y que por eso les gustaba hacerse justicia con sus manos, pero yo les decía, señores, no es mi culpa, yo no he hecho nada, pero no me creían, entonces me puse a pensar que algo podrido pasa en mi país porque lo que me ocurrió a mí no le debería ocurrir a nadie, bajo ninguna circunstancia, por más de que como yo les decía tengo algo de retraso mental, pero ahora me dicen que estas cosas están pasando frecuentemente en mi país y que las personas como ustedes leen las noticias, dicen qué horror pero al ratito se olvidan y eso no me parece justo, no porque ahora esté muerto y extrañe mucho a mi mamá que vendía lotería para ayudarme, tampoco porque esté triste y llorando, sino porque el día de mañana les podría pasar a cualquiera de ustedes, pero ya no importa, solo quiero decirle a mi mamá que siempre la querré.
Por Alfonso Oramas (Editorialista Diario El Universo 2/08/08)

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