martes, 7 de octubre de 2008

ANDRÉS CALAMARO SIEMPRE ESTÁ VOLVIENDO


Con la imagen del cantante de Kiss, Paul Stanley, impresa en el pecho, ceñidos vaqueros oscuros y botas de media caña, un Calamaro renovado y esbelto bailó, saltó y se pavoneó durante dos horas por toda la pista del escenario más convocante del festival: más de 30.000 personas se arrimaron al predio del Club Ciudad de Buenos Aires para escucharlo.
Lejos quedó el recuerdo de aquel cantautor que se escondía detrás su teclado en el show de abril de 2005 y que se eternizaría como El regreso, en el que apenas se lo podía distinguir detrás de los músicos de Bersuit Vergarabat, banda que le servía de apoyo, casi de escudo. Eso fue hace sólo tres años, pero Calamaro demostró en la séptima fecha del Pepsi Music que fueron suficientes para un renacimiento maradoniano.
Los acordes de "El salmón" y "Los chicos" inauguraron el show, que comenzó cerca de las 21.30 con las guitarras bien adelante y con "El cantante" haciendo lo propio, aporreando una Stratocaster. Más seguro que nunca de su voz, se animó a los agudos estridentes que decoraron la mayoría del repertorio: "Tuyo siempre", "A los ojos", "Mi gin tonic" y "5 minutos más [Minibar]".
Con desafiante actitud rocker , destiló el carisma de un showman experto junto con su "columna vertebral y reserva moral", Candy "Caramelo" Avelló, en bajo; José "Niño" Bruno, en batería; Tito Dávila, en teclados, y las ajustadas y poderosas guitarras de Julián Kanevsky, Diego García y Geny Genaro. "Nunca lo vi moverse tanto", comentó un ferviente fan mientras coreaba el estribillo de "Carnaval de Brasil", con los brazos mirando al cielo y la vista clavada en el ex Abuelos de la Nada, que invitaba al público a entonar con el micrófono extendido hacia la tribuna.
Elvis está vivo
"En la verdulería, me encontré con Elvis", dijo antes de brindar una acelerada y vibrante versión del tema perteneciente a su álbum Alta suciedad , "Elvis está vivo", mientras un juego de luces de colores se dibujaba como un arco iris a sus espaldas. Luego fue el turno de "Soy tuyo", la romántica "canción para adultos" -como la definió-, que culminó con un emotivo homenaje a su compañero de correrías, Joaquín Sabina, con el estribillo de "Contigo".
Rápidamente, Calamaro volvió a empuñar su guitarra para regalar una intensa y dolorosa versión de "El día de la mujer mundial", de su disco más dramático, Honestidad brutal, para luego aterrizar con la melancólica bossa "Los aviones". La atmósfera de una noche perfecta y de puro rock cobró un tinte arrabalero en el momento en que Calamaro se envolvió en una bufanda y propuso "Jugar con fuego", dedicada al maestro Mariano Mores, y a continuación dejó su garganta, nunca tan audaz y profunda, con "Los mareados", rebautizada por el rey de la lengua popular "los drogados".
"Si yo fuera presidente, subiría el impuesto de la soja y lo repartiría entre los 30.000 presentes", fue una de las tantas frases festejadas de la noche que mostraron a un cantante combativo, lúcido y risueño que se animó a decir: "Bob Marley está vivo, se fuma un porro conmigo", antes de sumergirse en el pegadizo y cool funk de "Loco".
Anteanoche, en el escenario del Club Ciudad, un Andrés Calamaro feliz, pleno y agradecido pareció, por sus movimientos y su desenvoltura rocker, más cerca de Mick Jagger y Miguel Abuelo que de su eterno héroe Bob Dylan.
El cantante está de vuelta. Se quita los lentes para ver a su público y se despide con una desgarradora versión de "Paloma". Ya no se oculta detrás de los teclados que le dieron su fama iniciática, sino que brilla y desgrana un rosario de éxitos en el mejor estado para un perfecto show de rock and roll.
Inspirado en su "compañero de parrilla" Loquillo, figura del rock español que lo antecedió en el escenario de enfrente con una majestuosa lección del más elegante y refinado rock ibérico y que supo acompañarlo en sus primeros años peninsulares (ver recuadro), Calamaro arremetió sobre el final con "Sin documentos" y "Canal 69". Aquellos dos buenos rocanroles de la época de Los Rodríguez que demostraron que, si está bien conservada, la frescura de una canción siempre se mantendrá.
También disfrutó de la constante ovación del público, que lo escoltó en una noche que quedará "para el recuerdo y para siempre", según recalcó con voz emocionada. Más auténtico y más seguro que nunca, destiló toda la potencia de sus imborrables hits, entre ellos, "Me arde", que se lució por el ajustado solo de guitarra de Kanevsky.
Calamaro no reniega de su pasado. Cada disco forjó su carácter, cada canción lo hizo una persona más noble. Se lo ve seguro de sí mismo y, aunque él afirme que ya no es el "viejo Andrés", todos parecen encontrar lo que fueron a buscar esa noche. Incluso él. Recordar los viejos amores con "Crímenes perfectos", denunciar a la "Alta suciedad" y, sobre el final, hacer una mención especial para su amigo el Indio Solari. "Nos vemos en diciembre, en La Plata, con el Indio", prometió. Allí estaremos.

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