sábado, 18 de octubre de 2008

LAS COMPLICIDADES HABÍAN DESAPARECIDO

Noté que la energía que exige absorber todas las tareas que implican ser entrenador de la selección ya no las tenía. No tuve ningún problema puntual. Simplemente, esto exige muchísimo impulso y envión y yo ya no los tenía. Y cuando ocurre eso no es decente insistir. No es honesto quedarse en un sitio sin entregar la energía que la tarea reclama." ¿Quién lo dijo? Marcelo Bielsa hace poco más de cuatro años, cuando decidió alejarse de la selección. Frente a la sorpresiva salida de Alfio Basile habría algún parentesco en aquello del recorte energético, aunque el disparador sea bien diferente. A Bielsa el plantel lo respaldaba incondicionalmente y él se agotó por desplantes y limaduras de autoridad que lo atormentaban desde la AFA. Ahora, mientras Julio Grondona intentó lo imposible por que otro técnico no lo abandonase a dos años de un Mundial, parte del plantel, en la intimidad, dejó de responder al mandato del entrenador.
La convivencia se había comenzado a agrietar y se adelantó hace una semana desde estas mismas líneas. La fortaleza de los conceptos se había desinflado. Las licencias para Riquelme nunca les cayeron bien a varios futbolistas, como tampoco algunos métodos de entrenamientos del profesor Dibos. La singular dedicatoria para Heinze luego del gol a Perú, tras ser borrado por Basile, sembró más discordia. Pero especialmente había futbolistas desorientados tácticamente; otros que se sentían algo manoseados por pasar de una convocatoria segura a una desaparición impensada. Basile no transmitía seguridad y eso le había quitado credibilidad frente a sus dirigidos. Se sabe que sin unidad de mando no hay triunfos confiables.
La duda aparecía como un rival añadido. Jugadores adultos, experimentados, acostumbrados al profesional mundo europeo, observaban con extrañeza hábitos del Coco, un hombre que cree firmemente en la transmisión de los conceptos desde el estímulo anímico, desde una mística cocida puertas adentro. Desde la palabra contagiada con mayor fervor espiritual que rigor táctico. Un hombre de 64 años que confía más en la sobremesa que en el pizarrón. El desapego por los detalles y la predilección por elementos cabuleros hacia la salvación inquietaban a varios. También hay jugadores jóvenes, solistas con conductas algo ególatras y con un grado de madurez aún no consolidado, que vivían una marcada diferencia generacional con el Coco. El DT no consiguió seducir a la generación del PlayStation.
Basile sintió que había perdido el control interno. Que algunos apellidos muy importantes no ofrecían en la cancha la rebeldía que él les exigía. No pudo tejer en la intimidad esa malla contenedora que se llama respaldo. Ya no había coincidencias bajo el refugio de la discreción. Sin intérpretes persuadidos, el proyecto se derrumbó.

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