sábado, 4 de octubre de 2008

INVENCIBLE

Así es la trilogía de padre, hijo y espíritu santo. Cambio, Correa y dolarización. Singular mérito político de Correa es haber capturado como propia la angustia popular por el cambio, y haberle audazmente puesto un sello izquierdista radical en una sociedad donde ser socialista democrático era lo máximo que se toleraba… en temporadas electorales. Irónicamente, esto resulta posible gracias a la dolarización.
Pues, cualquiera de sus anuncios reales o tergiversados, teniendo al sucre como moneda, hubiera causado tal ola de especulación monetaria, carestía e incertidumbre, que jamás hubiera sido factible tener como líder nacional, ganador invicto de cuatro eventos electorales, a un demagogo de izquierda.

En los últimos 60 años, que equivalen a dos generaciones, el único antecedente histórico de socialismo de Estado fue la dictadura nacionalista revolucionaria de las Fuerzas Armadas en 1972, que duró siete años pero la revolución nunca llegó. Esa dictadura expulsó a los reciclados enloquecidos por el dinero del quinto velasquismo, así como Correa extinguió a los capos de la partidocracia. Se trepó sobre el chorro de petrodólares que empezaba a bombearse generosamente sobre una economía que se comía la camisa, igual que Correa está encaramado en la cresta de un precio del petróleo jamás visto con una economía en recuperación por la viada de la dolarización luego del genocidio del feriado bancario. Ofreció sembrar el oro negro y repartirlo a manos llenas, tal como está haciendo Correa con proyectos faraónicos y subsidios. Pagó los carcomidos bonos que habían financiado la guerra de la independencia, idénticamente a como Correa honra la ilegítima deuda externa. Declaró al territorio nacional en estado de sitio, así como Correa ha decretado la emergencia permanente para contratar a dedo. Proclamó a las Fuerzas Armadas en campaña para ocupar todos los negocios petroleros y del Estado, en forma similar a como Correa ha entregado a los militares Petroecuador, reconstrucción vial, empresas incautadas al grupo Isaías y obras de Odebrecht. Instauró la política económica del endeudamiento agresivo, tal como Correa pronto tendrá que hacer para mantener sus despilfarros electoreros. Finalmente, dejó a la patria sumida en corrupción y sepultada bajo insoportable deuda externa. Eso con Correa todavía puede evitarse.

Aún falta el quinto evento electoral, el más importante para el Presidente porque le permite alcanzar el pináculo de su reelección. Que será plebiscitaria ya que hasta dudoso resulta que alguien atreva a lanzarse para enfrentar a un Terminator recargado, sin nadie que ose poner un billete mientras del otro lado continuará la feria de subsidios, créditos, bonos, cosechadoras, sacos de urea, borregos, y toretes cabalgando desbocados en una propaganda abusiva, con el apoyo servil de un tribunal electoral designado a dedo por el congresillo.Cerrado el círculo de la captación del poder es de esperar que termine la locura electorera, que puede matar al espíritu santo de la revolución. Si acaba la dolarización la miseria morderá en la yugular a todas las capas sociales y Correa irremediablemente caerá. Él mismo, antes de mandar de vacaciones a la sensatez en la campaña del referéndum, señaló que entraríamos a una guerra civil si comete ese disparate. Ya que ahí desaparece el trípode : cambio, Correa, dolarización, y sin el dólar ni el cambio ni Correa sobreviven.

En consecuencia, el Presidente tiene que empezar a gobernar en serio, sin pataletas electoreras, pues no tendrá que demoler a nadie para ganar una elección.

Su única misión es cumplir la promesa de construir un Ecuador mejor. Para ello debe trabajar con los diferentes sectores sociales, dado que no sólo es Presidente de su gallada de Acuerdo País y de los huérfanos vivarachos de la partidocracia que hoy le chupan las medias. Es el Presidente de todos, del Sí y del No, si en verdad la patria ya es de todos.
Por Alfredo Pinoargote Revista Vistazo Oct-2-08

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