martes, 7 de octubre de 2008

BOCA: TODAS LAS MIRADAS SE POSAN SOBRE RIQUELME


Las miradas siempre están posadas sobre su figura. Es uno de esos hombres a los que no les cabe la indiferencia del entorno. No sabe de término medio su imagen. Puede ser el bueno o el malo de una historia con la misma intensidad. Y en ese contexto se ubica Juan Román Riquelme en el presente de Boca. Directa o indirectamente su estampa es y será determinante en la vida del club de la Ribera. De él se desprenden tanto las ilusiones como las versiones de conflictos que parecen afectar el andar de los xeneizes. Y en los próximos diez días tendrá, quizá como en uno de los tantos caprichos del destino, con el clásico ante River, los dos encuentros del seleccionado por las eliminatorias y el duelo ante Inter, en Porto Alegre, por la Copa Sudamericana, un examen clave y hasta determinante.
Es verdad, sería injusto reducir todos los contratiempos de Boca en Riquelme. Las lesiones de varios de sus referentes (Palermo, Ibarra, Morel Rodríguez y Palacio), los irregulares rendimientos y el endeble estado de ánimo que muestran los muchachos de Carlos Ischia no están vinculados con la producción del N° 10. Tampoco es el único responsable de que el conjunto xeneize acumule tres derrotas en los últimos cuatros encuentros. Sin embargo, su desempeño personal está muy por debajo de su mejor versión y, por ahora, lejos de justificar la inversión que Boca realizó por él: US$ 15.000.000.
Y como suele suceder, en los momentos más complicados afloran las diferencias dentro de un grupo. Casualmente, en varias pareció estar involucrado el volante. Tanto que en el problema que mantiene el DT Ischia con el arquero Mauricio Caranta también aparece el nombre de Riquelme. Si bien algunos sostienen -los dirigentes- que el guardavalla cordobés le pidió al entrenador salir del equipo, otros -allegados al plantel- aseguran que Caranta manifestó su disconformidad por los tratos preferenciales que recibe el N° 10 y eso provocó que el técnico decidiera marginarlo del equipo.
Incluso, por los pasillos de Casa Amarilla comenzaron a circular algunas versiones que dicen que, salvo los más jóvenes del plantel, el resto de los futbolistas ya no acepta de buena manera lo que antes tenía luz verde. Es decir, mientras Riquelme sumó dentro de la cancha, con un nivel superlativo como el que mostró en la conquista de la Copa Libertadores 2007, los caprichos de la estrella xeneize no generaron conflictos; ahora que la producción del enlace de Boca es muy irregular y el equipo no gana, todo es distinto.
Y allí comienzan los problemas. O mejor dicho, se potencian estas diferencias. Si bien Riquelme no es un líder negativo para el grupo, por su actual desgaste está lejos de ofrecer soluciones. Lentamente comienzan las miradas de costado. Los dirigentes entienden que hicieron una gran erogación por él, le concedieron sus deseos (que participe de los Juegos Olímpicos y hasta del segundo partido de la Recopa Sudamericana, el día posterior a su vuelta de Pekín), aceptaron todas las condiciones del jugador y aún no hubo una devolución consecuente. Hasta los propios hinchas comenzaron a cuestionar, por lo bajo, el rendimiento del ídolo.
Allí está parado Riquelme. El mismo que dijo, el 15 de septiembre último, tras el empate 1-1 con Independiente: "Cuando el equipo de Riquelme gana está todo bien, pero cuando el equipo de Riquelme pierde se hablan muchas b...". Es también el que debe darle al equipo las garantías que suelen ofrecer los hombres de experiencia en los momentos críticos. Nadie más que él. Sin Caranta, por diferencias con ¿Ischia? o ¿el propio Riquelme?, con Palermo, Ibarra y Morel Rodríguez lesionados y Palacio en un 30% de sus posibilidades, afectado por una pubialgia, el N° 10 debe compartir con Sebastián Battaglia el peso de una situación delicada.
El panorama es un tanto complejo, más aún si se cree que el bajo rendimiento de Riquelme se debe a un estado físico lejano al ideal. Por lo tanto, ¿lo que vendrá lo ubicará en más problemas? Veamos: desde mañana estará concentrado con la selección nacional; el sábado jugará ante Uruguay; el miércoles 15 lo hará ante Chile; el domingo 19 estará en el clásico ante River, y el miércoles 22 del actual pretende jugar ante Inter, en Porto Alegre. Un programa intenso que no permite advertir descanso alguno para el volante xeneize.
Por lo tanto, el nivel de exigencia será muy elevado. Riquelme deberá lidiar con las urgencias de Boca por recuperar el rumbo en el torneo local, las del seleccionado argentino por recomponer su imagen en las eliminatorias y con las propias, en las que se juega su producción personal.
En apenas un puñado de días habrá mucho en juego. Tanto que el N° 10 estará ante un desafío muy grande: restaurar su imagen.
14 son los partidos que jugó Riquelme en los últimos 55 días. Con la selección actuó en los Juegos de Pekín y en las eliminatorias, y con Boca, en el Apertura y la Recopa.

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