sábado, 11 de octubre de 2008

GUAYAQUIL POR LA PATRIA

En estos días de octubre, es común repetir en los discursos aquella afirmación de “Guayaquil por la Patria”, que sintetiza el espíritu de nuestra ciudad, no solo en la lucha por la independencia, sino también en un constante devenir histórico que se compendia en la apertura generosa que tiene este puerto para miles de ecuatorianos que han hecho de la urbe su segundo hogar.

Daría la impresión, sin embargo, que no es suficiente aquello para contrarrestar una especie de celo y recelo que han surgido en algunos lugares del país respecto de nuestra ciudad, naturalmente sin incluir en ese espacio la rivalidad de carácter regional que ha existido desde antes de la República entre Guayaquil y Quito, rivalidad que tiene su propio contenido y explicación y que inclusive ha sido motivo de múltiples conjeturas e interpretaciones. A lo que me refiero es que a pesar de que no existen los estudios sociales suficientes para realizar una afirmación, hay indicios que llevan a sugerir que la imagen de Guayaquil y de su gente, de su forma de vida y desarrollo, no solo no es compartida por otras regiones o ciudades, sino que se ha convertido en un referente que levanta, no sana envidia o admiración, sino sentimientos de celo y recelo, como ya señalaba, contando con varios ejemplos prácticos en los últimos tiempos.

Cito el caso de la Península y todo lo que ocurrió en torno a la creación de la nueva provincia; y es que, más allá del propósito comprensible de contar con una mayor autonomía y mejores recursos, resultaba inevitable advertir demostraciones de verdadero rechazo por parte de los peninsulares hacia Guayaquil, siendo esta urbe fuente principal no solo de la inversión privada turística e inmobiliaria, sino de gran parte de mejoras realizadas en esa región. Hay gente que pensó que la actitud peninsular tenía su origen en la manipulación que había hecho el régimen sobre el tema, pero siempre me pareció que había algo adicional que quizás no queríamos ver. ¿No sería que esa millonaria inversión guayaquileña, en contraste con las pobres condiciones de vida de la mayoría de los peninsulares, generaba inevitablemente un sentimiento de inconformidad que, con el paso de los años, se convirtió en afán desmedido de “provincialización”?

Y así como el ejemplo de la Península, sería interesante conocer ¿cuál es el pensamiento de ciudades como Manta, Cuenca o Milagro respecto de nuestra ciudad, para así confirmar o negar esa especie de sentimiento ambiguo que puede generar razones para aquello?

No cabe duda de que el gran cambio urbanístico que ha tenido Guayaquil en los últimos años, el hecho de que a pesar de todo siga siendo fuente de desarrollo económico, su propia cosmovisión abierta, generosa, liberal, mercantil, la circunstancia de que en varios procesos electorales decida su voto de forma diferente al electorado del resto del país, la visión autonómica, en fin, sus propias ideas y pensamiento, han contribuido a generar una reflexión que debería ser analizada con mayor rigor, para que esa frase de “Guayaquil por la Patria” siga siendo, al menos para los guayaquileños, lo que siempre fue, razón de orgullo, nunca motivo de indiferencia.

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