viernes, 19 de diciembre de 2008

ES LA MÍSTICA DE RIQUELME


El termómetro de Boca es Riquelme. No sólo el equipo depende de sus pies, de su fútbol, sino también de su estado de ánimo, de cómo se siente, de si se ríe o no. Y últimamente en las conferencias se lo vio sonreír seguido al 10, más allá de algunos momentos de habitual seriedad o parquedad para responder. Incluso hasta anda mostrando sus dientes de felicidad en el hall de Casa Amarilla justamente en un momento emocionalmente caliente.
Si se lo ve bien a Román, seguro que el pronóstico es mucho más alentador para su equipo. Sin ser garantía de nada, ese bienestar, esas declaraciones de confianza medida, les generan cierta tranquilidad a Ischia y a los hinchas. Es como que la mística Riquelme está vigente. Esa mística de aparecer en los partidos determinantes, de manejar él los tiempos y a sus compañeros, de hacerse cargo, de transmitir respeto por el adversario pero a la vez ningún temor. Esa mística que lo fue haciendo grande en el tiempo, en ese vínculo tan fuerte con la gente. Porque cuando él está bien, la historia puede ser distinta. Lo saben sus compañeros, los que tienen onda con él (Ibarra, García, Figueroa, sus habitués) y los que no. Y lo sabe la gente, que cuando está en la cancha refleja que no le importan las internas, si Román le contestó mal a alguno, si Román hizo rancho aparte, si dicen que Román es Satanás. Más allá de las relaciones puertas adentro, puertas afuera es de diez con la gente, que lo mima y lo ovaciona primero que a nadie. El, con su mística, es quien le da vida a este equipo y marca el camino.

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