jueves, 18 de diciembre de 2008

PRIMER ACTO: TIGRE 1- SAN LORENZO 2


Cuando se habla de la paridad general que envuelve al fútbol argentino habría que incluir la responsabilidad que les cabe a los equipos que son ostensiblemente superiores a otros y no terminan de reflejarlo en la cancha. Los que por dejadez o exceso de cálculo no establecen la diferencia que podrían. Si para definir el Apertura hace falta un triangular, eso denota el supuesto equilibrio que tiñe a nuestro fútbol. Y en ese contexto, el triunfo adquiere un valor significativo. Este tesoro pertenece a San Lorenzo, que puede sentirse satisfecho por haber abierto una hendija al título en una serie que se adivinaba muy cerrada. Si bien el paso que dio el Ciclón fue transcendente, pudo serlo aún más si hubiera concretado la goleada que se desprendía como una consecuencia natural de la superioridad que mostró sobre Tigre. Si de algo debe lamentarse San Lorenzo es que pudo cubrirse a futuro con una buena renta de goles y evitar ese final acalorado, de cierta incertidumbre, con Tigre embarcado en una reacción heroica.
De ahí que la paridad que sugiere la victoria por 2 a 1 es un tanto engañosa. Hubo un solo equipo a la altura de lo que representaba una final de este tipo: San Lorenzo, que por calidad individual y funcionamiento estuvo en condiciones de vaciar de contenido a lo que anunciaba como una dura pulseada. En realidad, el Ciclón le dobló rápido el brazo a Tigre y pudo provocarle un knock-out bastante doloroso.
La intención de Tigre de salir a presionar al rival duró un suspiro. Al conjunto de Cagna le pesó la envergadura del encuentro, lo cual no es deshonroso ni descalificador. Es un grupo de jugadores que hasta hace algo más de un año ni soñaba con estar en esta situación. Sus ambiciones eran modestas. Que con esfuerzo, orden y algunos destellos individuales haya llegado hasta un lugar tan alto no significa que esté habituado a la clase de partido que afrontó ayer. Morel, que podría estar en el podio de las figuras del torneo, fue el jugador desconocido que era hasta hace algo más de un año. Apenas tocó la pelota, casi que ni estuvo en Liniers. Y al resto de los jugadores les costó una enormidad hacerse cargo de esta ilusión que ellos mismos supieron crear y que tanto moviliza a sus hinchas. La diferencia de categoría individual con los futbolistas de San Lorenzo fue elocuente. Y no hubo táctica ni ordenamiento ni personalidad que achicara ese brecha, ya que el Ciclón estuvo mejor aparado, fue más consistente y tuvo una mejor lectura del juego.
Desde el medio campo, San Lorenzo pasó a gobernar el encuentro. El cuadrado entre el Chaco Torres, Ledesma, Barrientos y Solari funciona como una usina completísima: recupera y juega, controla la zona central y desborda, tiene sacrificio y talento. Es una amenaza para los rivales, y más para este Tigre que dio síntomas de pánico, con los zagueros centrales agarrotados y Arruabarrena demasiado lento para frenar la gambeta en velocidad de Barrientos.
La sociedad Barrientos-Solari empezó a dar frutos. Ambos dispusieron de situaciones de gol antes de que llegara la apertura del marcador: Ledesma anticipó a un estático Morel y originó el avance que siguió con el desborde Solari por la izquierda, cuyo centro fue rechazado por Islas y aprovechado por la arremetida de Barrientos. Era el mejor momento de San Lorenzo. Estaba suelto, dominante. Todo lo contrario de Tigre, que pasó a sufrir mucho, porque no encontraba la pelota y se veía desbordado. No sorprendió que aumentara Bergessio (un delantero muy dañino para las defensas por potencia y movilidad) tras un nuevo desborde de Barrientos, que estaba realizando un partido completo, de área a área, ya que recuperaba muchas pelotas cuando se replegaba y enseguida aparecía para tocar y esquivar a los marcadores de Tigre.
Bianchi Arce estuvo cerca del tercer gol con un cabezazo en el travesaño y Laverni ignoró después un penal de Islas a Bergessio. Lo de Tigre era muy tibio, desarticulado. Ni siquiera cuando San Lorenzo se equivocaba en alguna salida podía tomarlo mal parado.
En la segunda etapa, el Ciclón retrocedió unos metros y su peligrosidad ya no se midió por su dominio, sino por la precisión de los contraataques, como uno que desperdició Hirsig. El único que desentonó en San Lorenzo fue Silvera, demasiado inmóvil y desconectado, en un registro inferior al resto de sus compañeros.
Aguirre se encargaba de ponerle freno a un rival que sintió que volvía a meterse en el partido con muy poco: con un par de buenos centros de Rusculleda y la potencia para el cabezazo de Lazzaro, que debió ser titular porque fue uno de los pocos con intervenciones decisivas. Una se la desvió Orión y en la siguiente descontó. Quedaban 15 minutos, pero Tigre no tenía más argumentos que una carga tumultuosa que San Lorenzo supo contrarrestar. Chávez y Barrientos pudieron desnivelar en un final en el que Islas evidenció el descontrol de Tigre. San Lorenzo cantó victoria, pero se le quedaron algunos goles atragantados. Los que va a necesitar el sábado ante Boca.

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