miércoles, 19 de noviembre de 2008

MARADONA TÉCNICO, DÍA UNO


GLASGOW.- "Yo pasé del infierno al paraíso. Todo se puede en la vida, muchachos? ¿Cómo no van a poder ustedes?" A las 18.15 del lunes 17 de noviembre, Diego Armando Maradona pisó el césped del estadio Celtic Park por primera vez como DT del seleccionado argentino de fútbol y caminó hacia el centro de la cancha. Con las manos tomadas por detrás de la espalda y la cabeza enfundada en un gorrito de lana negra, apenas si levantó la vista de esa alfombra verde que parecía brillar por las gotas de rocío rebotando contra la iluminación a pleno.
Seguramente vio, aunque fuera de reojo, las dos pantallas encendidas en cada una de las cabeceras, por encima de las tribunas vacías. Una imagen suya de 1979, con la camiseta de aquella selección que pasó por Escocia ese año, ilustraba el mensaje escrito en los gigantescos carteles electrónicos: "El Fútbol Club Celtic da la bienvenida a Diego Maradona y a todo el equipo de Argentina a nuestro campo de fútbol, El Paraíso”, titilaba allí, en letras encendidas.
Seguramente lo vio, sí, aunque no necesariamente aquella frase inspiró la suya. La sensación es que la tenía pensada desde antes. Quizá desde el mismo momento en que decidió que afrontaría el máximo desafío de su carrera y que supo que, inexorablemente, algún día tendría parados a su alrededor a 22 futbolistas, a 22 estrellas. Pero, más que eso, a 22 hombres ávidos de respuestas, que ya no lo verían sólo como el mito sino que empezarían a verlo, simplemente, como el DT.
Entonces, parado en medio del círculo, les dijo lo que les dijo. Y fundó el ciclo.
"Mancu, acompañame, vamos a ver cómo están los pibes." Poco antes de la medianoche del domingo, después de una sobremesa que se había alargado en el restaurante del hotel hasta el arribo de los últimos jugadores del día, los que llegaban desde Alemania, Diego Maradona invitó a su ayudante de mayor confianza, Alejandro Mancuso, y juntos empezaron a recorrer las habitaciones del tercer piso del Radisson Sas, ocupadas por los diez jugadores que hasta ese momento habían aterrizado en Glasgow. Heinze y Gago, Coloccini y Gutiérrez, Burdisso y Zanetti, Mascherano y Tevez, y Demichelis y Sosa escucharon dos golpecitos en la puerta y enseguida el "soy Diego, ¿se puede pasar?".
Fueron diálogos cortos, cómo se sentían, qué necesitaban, y también la pequeña arenga, repetida, pero cada vez más personalizada. Aquello de tomar conciencia de la camiseta que van a vestir, sobre todas las cosas.
No hay un diálogo, todavía, diferente del que había cuando el Diego hincha visitaba a los jugadores que todavía no eran sus dirigidos. El vínculo con ese hombre que ahora es DT está aún en construcción.
Después de la recorrida, ya instalados en la habitación 341, la del propio Maradona, y con la compañía de Miguel Angel Lemme, el cuerpo técnico empezó a planificar la primera práctica y, casi al mismo tiempo, la primera formación. En eso estuvieron hasta las tres de la mañana, los tres. Allí, Diego pareció terminar de darle forma al sistema: sin Román, será un 4-4-2. Y sin Angel Di María, lesionado en el peroné izquierdo, la duda es quién será ese cuarto hombre, por la izquierda.
Mientras todo eso pasaba, los jugadores seguían llegando al hotel, apenas a horas del comienzo del primer entrenamiento. Seguramente por eso, el primer pedido de Diego DT fue claro: "Quiero que vayamos a entrenar a una cancha donde se pueda jugar, quiero hacer partidos en espacios reducidos, quiero verlos? Cómo están".
Se decidió, entonces, que fuera en el Celtic Park, el estadio de aquel equipo que en 1967 cayó ante Racing, por la Copa Intercontinental, un escenario bien británico hacia donde la delegación partió a las 18, con puntualidad maradoniana. A las 17 había que levantarse y allí estaba Diego, de pie. A las 17.30 era la merienda y allí estaba Diego, sentado. A las 18 era la partida del bus y allí estaba Diego, sentado en la primera fila. Como siempre, en el primer asiento de la izquierda. Del otro lado, Bilardo. Casi una postal del 86. Casi Los roles han cambiado.
Hubo un loco, que Diego recorrió por detrás, con gesto de chico que ha quedado fuera del juego y bromeó con Jonás, el primero en perder. Apenas el círculo de jugadores se desarmó, y la voz y las palmas de Fernando Signorini empezaron a ponerle música al ambiente. Lo primero que hizo Maradona fue calzar de zurda la pelota que tenía más cerca. Ultimo gesto del jugador que quiere empezar a dejarle paso al entrenador. El "schick, schick, schick" de centenares de cámaras disparadas al mismo tiempo acompañó ese movimiento y, a partir de allí, cada uno de los que hizo. Cuando saludó a Denis, Lavezzi, Lucho González y Licha López, que se sumaron más tarde, cuando se juntó con Mancuso que, pecheras en mano, esperaba que le indicara los destinatarios. Las rojas fueron para Coloccini, Burdisso, Zanetti, Mascherano, Maxi Rodríguez y Agüero, con Carrizo en el arco; las azules fueron para Demichelis, Cata Díaz, Heinze, Sosa, Gago y Tevez, con Romero en el arco. Y se armó ese partido de fútbol reducido que tanto había pedido.
El primer gol lo hizo su yerno, el Kun Agüero, y las primeras indicaciones empezaron a escucharse. "Bien, Juan Pablo, hablá", gritó ante una orden de Carrizo. "Seguí, seguí, Yonás , seguí", a Gutiérrez, que con una pechera naranja se sumaba al ataque del equipo que estuviera en inferioridad. "Bien, Masche, bien", ante un cambio de frente de su jugador preferido. "Dale, dale, dale", a varios, alentándolos en una cancha que se ponía cada vez más rápida. "Cuidado, muchachos, las pelotas divididas vamos a dejarlas", ante un cruce entre Carrizo y Denis. Dos veces hizo sonar fuerte el silbato que tuvo en los labios casi toda la práctica: al cerrar cada tiempo de diez minutos, lo que duró el minipartido.
Cuando todos los jugadores dejaron el campo, él se quedó. Con la mirada clavada en el piso, le dio la espalda a esa tribuna desde la que los fotógrafos disparaban sus "schick, schik, sheik”. ¿En qué pensaba? ¿En ese infierno que asegura haber dejado atrás? ¿En ese paraíso que cree tener por delante? Nada de eso. Pensaba en algo tan trivial como encontrar la medalla de San Cristóbal dorada que se la había perdido a Gago durante la práctica. Rápidamente, se le unió en la búsqueda un batallón de chicos del Celtic, vestidos de gris y verde, hasta que uno de ellos, Adam Brown, de 13 años, la encontró. Entonces, "schick, schick, schick”, Diego lo levantó en andas, "schick, schick, schick”, se sacó el gorro y los guantes, "schick, schick, schick”, y se los regaló, "schick, schick, schick”. "Maradona es una leyenda, así que cuando él me levantó fue grandioso", relató. Vaya si tendrá Adam un motivo para conversar con sus amigos durante los próximos días...
Antes de irse, por el mismo pasillo por el que los jugadores habían pasado en silencio, escuchó el aullido de medio centenar de hinchas. Se detuvo, firmó autógrafos sobre una camiseta escocesa y sobre una bandera argentina y se subió al ómnibus en el que había llegado a El Paraíso, el estadio del Celtic donde dirigió su primera práctica como DT de la selección argentina.
• Ocupa un lugar destacado en los medios escoceses
Las palabras "Hand, God y Circus" son las que más figuran en los medios escritos escoceses para referirse a Maradona. Ayer, el diario inglés The Sun publicó una nota con Terry Butcher, ex defensor inglés, que enfrentó a Diego en el Mundial 86 y es el actual ayudante del DT de Escocia. "No me preocupa darle la mano a Maradona. No le perdono el gol que nos hizo", expresó, en alusión al recordado tanto con la mano.
22 son los jugadores con los que trabaja Maradona para el amistoso de mañana

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