lunes, 3 de noviembre de 2008

UN TRIUNFO CON MÁS DE UN SIGNIFICADO


Para Boca era un partido especial, con más de un significado y diversas connotaciones. Y no sólo porque tenía la posibilidad de alcanzar la punta y ponerle pimienta a la lucha por el título. Debía afrontar el clásico bajo el impacto emocional que recibió por la repentina muerte del presidente Pompilio. Una situación traumática, que, por lo general, dispara reacciones opuestas. O la desazón es tan fuerte que impide centrarse mental y anímicamente en el objetivo, o surge un espíritu de entereza para demostrar que la vida sigue, y que la manera de honrar la memoria de quien se fue es cumpliendo con las obligaciones habituales. Boca superó un dolor comprensible para vencer justificadamente a San Lorenzo. Fue el mejor homenaje que podría haber recibido Pompilio y fue la mayor cuota de suspenso que podría haber recibido la disputa por el primer puesto del Apertura. El corazón de Boca sigue bombeando energía, compromiso y ambición. Hubiera sido entendible ver a un Boca desenfocado por la congoja. Pero supo sobrellevar el duelo humano con grandeza deportiva.
Más allá del ambiente especial que se respiró en la Bombonera, el fútbol también tuvo su lugar, y Boca lo ocupó con cuerpo y alma para desplazar a este San Lorenzo que está desperdiciando todo lo bueno, en juego y puntos, que había hecho hasta hace menos de un mes. Todo equipo pasa por una serie negativa en un torneo. La de San Lorenzo se está extendiendo peligrosamente para sus aspiraciones de ser campeón. Ya no puede demorarse más en ponerle freno a su declive. A estas alturas, su reacción debe ser urgente. Por el camino fue resignando de todo un poco: titulares (castigados por las lesiones), funcionamiento, rendimiento individual, aplomo, postura de líder, confianza. El colapso es generalizado. Boca lo presionó hasta ahogarlo en el primer tiempo y sólo se sintió dentro del partido hasta el final por las oportunidades de gol que no aprovecharon Mouche, Viatri, Paletta y Vargas.
Ischia optó por un planteo que los jugadores ejecutaron con mucha determinación. Las líneas estuvieron muy conectadas por un despliegue muy alto. A la línea de tres zagueros pudo faltarle prolijidad (sobre todo a Paletta), pero fue impenetrable e impidió toda la tarde que un delantero del Ciclón quedara ante García en situación de gol.
Salvo Ibarra, con menos dinámica que el resto para imponerse como marcador o ser salida por la derecha, el resto le fue quitando espacio de maniobra a San Lorenzo. Battaglia (especialmente) y Vargas patrullaban la mitad de la cancha para quedarse con un montón de pelotas que los volantes visitantes apenas si podían controlar.
Hizo bien Ischia en darle la titularidad a Mouche, que en los últimos dos encuentros había sido muy importante al ingresar en los tramos finales. El delantero sabe que está ante una gran oportunidad y se esmera para aprovecharla. Es explosivo, fuerte y encarador, aunque algo barullero. Y le gusta el arco. Al minuto ya había exigido una atajada de Orión con una media vuelta desde fuera del área.
San Lorenzo sintió las ausencias de tres defensores habituales. La adversidad lo persiguió aún más con el temprano golpe que recibió Tula, luego obligado a salir. Improvisó con Hirsig como lateral derecho sin buenos resultados. Los centrales vivieron en continuo estado de zozobra. Llegó el gol de Riquelme, cuya ductilidad en la pegada le permite convertir un tiro libre en forma de centro en un remate al arco. Para regocijo de sus hinchas, el dominio de Boca era poco menos que absoluto. Sólo le faltaban serenidad y contundencia en el área.
Tampoco supo definir el partido en el comienzo del segundo tiempo. Luego, cedió el control a causa de cierto cansancio, de la salida de Viatri (aun sin estar preciso en la definición era valioso para aguantar la pelota y buscar sociedades) y del estacionamiento de Riquelme (debió ser sustituido) como delantero tras recibir un fuerte golpe en la rodilla derecha. San Lorenzo salió del asedio, se animó un poco más con la entrada de Menseguez y cerca estuvo del empate con un cabezazo de Acevedo. Boca resistió hasta cantar victoria. No era una más. Fue la del sentido homenaje al presidente que se fue y la que le hizo un lugar en la punta.
• Pezzotta volvió lento y dejó varias dudas
El árbitro Sergio Pezzotta reapareció ayer tras varias fechas de ausencia por una lesión. Se lo vio pesado y lento. No estuvo cerca de las jugadas. No aplicó el mismo criterio para juzgar similares acciones (por ejemplo, en una carga de Paletta a Barrientos que no sancionó con un penal). Debió haber expulsado a Barrientos y Vargas por doble amonestación.

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