martes, 11 de noviembre de 2008

RIQUELME, CON EL ORGULLO TOCADO


Luego de colgarse la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Pekín, en agosto pasado, Juan Román Riquelme regresó agotado físicamente. Sin embargo, a las pocas horas, mostró su mejor actitud para ponerse la camiseta azul y oro, y colaborar en la conquista de la Recopa frente a Arsenal. A partir de allí, quizás agotado atlética y mentalmente por una seguidilla interminable de desafíos, JR se desinfló , perjudicando el funcionamiento del equipo, que durante los primeros compromisos del semestre había mostrado a Leandro Gracián como inspirado creador.
Muchos arriesgaron que el enganche ya no tenía más motivaciones en el año, porque en pocos días había logrado dos trofeos. Incluso, durante esas semanas sombrías, se observó lo peor de Román, fastidiándose públicamente ante las fallas de sus compañeros. Además, los xeneizes estuvieron cuatro partidos sin triunfar con la presencia del N° 10 en el campo.
Y cuando todo parecía derrumbarse, con la explosión mediática del grave conflicto interno que desempolvó Julio Cáceres, inesperadamente Riquelme encontró allí un desafío para reactivarse. Volvió a motivarse, justo antes del superclásico. "Yo no quiero ser amigo de ustedes, pero en la cancha tenemos que ser hermanos”, dijo Román a sus compañeros, en el vestuario. Y Boca ganó 1-0, en el mismísimo estadio Monumental, bajo la conducción del muchacho nacido en Don Torcuato.
Unos días antes del partido en Núñez, algo había quedado en evidencia: de la profunda interna, el contundente ganador resultó el paraguayo Cáceres, porque no sólo no fue sancionado por el DT Ischia ni por los dirigentes, sino porque además otros jugadores lo respaldaron en la intimidad, muchos de ellos, referentes, como Palermo, Palacio, Battaglia y Morel Rodríguez. Entonces, la única manera que también tenía Riquelme de sentirse ganador en el conflicto era demostrándolo en el campo de juego y siendo determinante, como resultó para Boca a partir del encuentro frente a los millonarios.
JR encontró resguardo en su amigo, Hugo Ibarra, pero también en Luciano Figueroa, Damián Díaz y en algunos juveniles. A partir de allí, comenzó a sentirse cómodo otra vez. Y no por casualidad ocurrió que Boca encadenara cinco victorias en el campeonato.
Está muy lejos del nivel futbolístico que exhibió en la Copa Libertadores 2007, obtenida por los xeneizes, pero en los últimos compromisos se acercó a ese número 10 decisivo, que "ganaba los partidos solo". A veces, dando ventajas físicas, y en otras oportunidades, quedando preso de sus movimientos aletargados, a Riquelme le alcanza para ser el guía ofensivo del conjunto dirigido por Ischia. Lo demostró contra Arsenal, anteayer, y frente a San Lorenzo, en la 13a fecha, al marcar goles de tiro libre que le permitieron a los boquenses llevarse los tres puntos en juego.
Más allá de algunas críticas, es intocable para el entrenador. Con una pincelada como la que hizo en Sarandí, explicó por qué debe estar en el campo hasta que él diga lo contrario. "Riquelme está a pleno. Dicen que no corre mucho, pero no pienso así. Es un jugador experimentado y sabe manejar sus propios tiempos. Es irreemplazable, no hay dudas", lo elogió Ischia.
Sin rendimientos lujosos, pero oportunista, Boca sigue soñando con el título. El mayor responsable, quizá, es Riquelme, que necesitó sentirse con el orgullo tocado para potenciar su figura.
• El DT Ischia y la figura de Bianchi
"Si es por el bien de Boca, fuera de cualquier falsedad, yo sería el primero en querer que Carlos esté acá", expresó Carlos Ischia, en radio Del Plata, ante la posibilidad de que Carlos Bianchi regrese al club de la Ribera a partir de enero próximo.

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